La insostenible levedad de una recuperación inconsistente

14/10/2020

José María Triper.

Mientras el Fondo Monetario Internacional nos condena al infierno económico y certifica que no sólo tenemos el Gobierno que peor ha gestionado sanitariamente la pandemia, sino que somos el país que sufrirá la peor recesión mundial, en Europa ya son muchos los países, y la propia Comisión, que nos ven como un Estado fallido, camino de la bancarrota y que lastra la recuperación del conjunto de la UE. Hasta el punto de que algunos de los gobiernos que tienen que aprobar las ayudas procedentes del Fondo de Reconstrucción se preguntan ya si es racional entregar dinero a un país que despilfarra el gasto público.

Un dinero de Europa al que Sánchez y sus ministras económicas fían todo el proyecto de Presupuestos del Estado para el año próximo, incluyendo en las cuentas 22.346 millones de euros de esos fondos que, además, están en el aire, porque su entrega está sujeta a la ejecución de reformas estructurales que ni están ni se esperan, al mantenimiento de una reforma laboral que quieren derogar, y a la presentación de un plan de reconstrucción que debe ser aprobado por todos los Estados miembros y con unas condiciones de cumplimiento de objetivos de déficit y deuda y flexibilidad del mercado de trabajo que la Comisión ha reforzado precisamente por los miedos que despierta la política económica y la inseguridad jurídica en España.

Dudas serias en Europa y también aquí, en casa, que se extienden al cuadro macroeconómico diseñado por Moncloa que es contrario a todas las previsiones diseñadas por los organismos nacionales e internacionales y los analistas públicos y privados, empezando por el Banco de España y la AIREF y siguiendo con FUNCAS, la OCDE, El FM) o el BBVA, entre otros.

Así, la previsión de caída del PIB del 11,2 por ciento para el año próximo es muy inferior al 12,6 o 12,8 que pronostican esos organismos. También se queda muy corta la estimación del 7,7 por ciento de déficit público que el resto de instituciones estiman va a superar los dos dígitos. Algo similar ocurre con la deuda que el Gobierno sitúa en el 118 por ciento del PIB y los demás elevan por encima del 120 y algunos hasta el 125. Y respecto a la tasa de paro sólo decir que el 16,9 por ciento del Presupuesto, con ser ya muy grave, es sensiblemente inferior al entorno del 20 por ciento de la población activa que auguran quienes saben de esto y está muy lejos de ese 14 por ciento de 2019,

Ya el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, advertía que “España se enfrenta a una recuperación incierta y frágil” y los números, que como el algodón no engañan, sitúan a España como el país con la mayor caída del PIB de la UE, después del Reino Unido, con los peores datos de destrucción de empleo – el 7,5 por ciento frente al 2,7 por ciento de media de la Unión, y con un déficit del 11,3 por ciento del PIB, unos 124.000 millones de euros, que se comen ya el 88 por ciento de esos 144.000 millones que nos debería enviar Europa.

Y respecto al pomposamente llamado Plan de Recuperación, Transformación y Resilencia, lo anunciado con fanfarrias y piano, por el presidente del Gobierno es sólo un compendio de supuestos futuribles, palabras grandilocuentes y una nueva apuesta por esa reforma del sistema productivo que nunca se produce, pero sin medidas concreta, vacío de anuncios de reformas, y adornado con ese farol de crear 800.000 puestos de trabajo. Qué ya es chocante que en lo único en lo que Sánchez intente parecerse a Felipe González sea en uno de los pocos envites que le fallaron y no en el resto de aciertos y virtudes que adornan al expresidente. Pero claro, como me recordaba un veterano socialista, el mentor y referente de González era Willy Brandt, mientras que el guía de Sánchez es Rodríguez Zapatero. Así nos va.

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