De jueces, políticos y palancas

15/10/2020

Hernando F. Calleja.

“Los malos modos todo lo corrompen, hasta la justicia y la razón”. Esta sentencia pertenece a nuestro prototuitero Baltasar Gracián (1601-1658) y encaja en mi opinión muy bien con las actuales circunstancias en las que se mueve la política de nuestros aciagos días.

Los malos modos son cosa de cada día, no sólo de esas broncas sesiones de los miércoles en el Congreso de los Diputados. ¿Cómo hemos llegado a esta situación?, se preguntarán algunos. Degenerando, amigos, degenerando. La política, los políticos, han sobrepasado ya muchas líneas rojas. La de la prudencia, la de la sensatez, la de la chulería, la de la descalificación… y van agotando la paciencia de los ciudadanos. Alguien me preguntaba hoy por qué no hay un mecanismo democrático para mandarlos a todos a casa. Y le tuve que contestar lo evidente, que mecanismo hay, pero está en sus manos.

Una de las manifestaciones más disolventes de nuestra armonía social se acaba de anunciar y esta vez viene de representantes legítimos del pueblo español en forma de proposición de Ley, presentada conjuntamente por los Grupos Parlamentarios del Partido Socialista y de Unidas Podemos. El intento es acabar con la exigencia de mayoría agravada en la votación de los candidatos a formar parte del Consejo General del Poder Judicial.

La Constitución, en su Artículo 122.3, deja en manos de una ley orgánica el sistema de votación de 12 miembros del Consejo, la parte que corresponde a jueces y magistrados y, sin embargo, exige taxativamente tres quintos de los votos para los ocho candidatos presentados entre abogados y otros juristas de reconocida competencia y prolongado ejercicio profesional.

En 1985, el Gobierno de Felipe González aprobó la demandada Ley Orgánica en la que se optaba por exigir la misma mayoría agravada para los dos grupos de candidatos, es decir, todos los miembros del Consejo, habrían superado la misma barrera de apoyo de tres quintos. En el Preámbulo de aquella ley, se razonaba  que esa mayoría “garantiza a la par que la absoluta coherencia con el carácter general del sistema democrático, la convergencia de fuerzas diversas y evita la conformación de un Consejo General del Poder Judicial que responda a una mayoría parlamentaria concreta y coyuntural”. Esta Ley, como decía, la planteó un Gobierno que tenía el respaldo de 202 diputados propios, cifra levemente inferior a los 209 diputados que suman hoy PSOE y PP.

El PSOE actual y su aliado apendicular, Unidas Podemos, cuentan para el empeño de desarticular el poder judicial con 153 diputados propios, que no les dan ni para aprobar la ley orgánica que proponen, con lo que el mercadeo de currículos está a la orden del día.

Pero el asunto es mucho más profundo. El PSOE aparece como rehén de los populistas revisionistas del sistema, al renunciar a un modelo que ellos mismos establecieron en 1985, pegándose al espíritu de la Constitución. El argumento de que el PP se niega a negociar no es ni primariamente válido en un sistema parlamentario.

Lo que corresponde en un juego parlamentario normal es que cada grupo presente su propia lista y los doce candidatos que superen la mayoría exigida, serían los que llegarían al Consejo. Aquí se ha preferido tradicionalmente el mercadeo de tapadillo, que convierte a los jueces en piezas intercambiables. Luego, claro, a cada uno se le pone una etiqueta de conservador o de progresista, se les convierte en marionetas previsibles y todos contentos.

El PP, con un presidente campanudo que farda desde el escaño de que no acepta presiones de nadie, bien haría, si es que, como dice, lo que le interesa es la independencia de jueces y magistrados, en llevar a su propia lista y confrontarla, en las votaciones que hagan falta, hasta que haya la mayoría exigida. A menos que quiera ser cómplice, si decirlo, de abaratar los nombramientos en el CGPJ.

Izquierda, derecha y banderines varios, se acusan recíprocamente de querer un poder judicial a su medida y bajo su disciplina. Mientras, los condenados y acusados del PSOE, del PP, de Podemos… mirarán atónitos a sus correligionarios y se preguntarán, ¿si eran de los nuestros cómo es que yo estoy cumpliendo condena o en puertas de ello?

No entienden lo que es la independencia y, acaso, no saben lo que es la conciencia. Les basta con mantener la palanca.

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