De secretarios, peleles y normalizaciones

26/11/2020

José María Triper.

Decía el que fuera ministro de Economía socialista Carlos Solchaga, en una memorable entrevista en Vanity Fair, que la diferencia entre Felipe González y Rodríguez Zapatero era que González se rodeaba de colaboradores que sabían más que él mientras que Zapatero trata a sus ministros como secretarios. Una metáfora de la que se servía el exministro para denunciar la mediocridad de un Presidente y de un Gobierno que fue considerado como el peor de los habidos en este país desde la Transición y que nos deparó la que había sido la mayor crisis económica y social de este país hasta la aparición del COVID.

Unos gobiernos los de Zapatero a los que se puede aplicar ese aforismo popular de “alguien vendrá que bueno te hará”, y cuya banalidad, incompetencia y desastrosas consecuencias han sido superadas este narcisista, manipulador y mentiroso patológico que se llama Pedro Sánchez y que no trata a sus ministros como secretarios sino como auténticos peleles. Títeres que, además ni siquiera el maneja, aunque se lo cree y lo consiente, sino su socio y enemigo en casa, Pablo Iglesias, y con mando a distancia los filoterroristas de Bildu y los Rufianes independentistas de ERC.

Ni siquiera tienen autonomía y capacidad de decisión aquellos considerados más capaces y sensatos como la titular de Economía, Nadia Calviño, que en cualquier multinacional o, incluso, en el Ministerio del citado Solchaga, no pasaría de ser considerada como una contable de primera, y que a instancias de su jefe y al igual que el resto de sus compañeros, se pliega a las veleidades y caprichos de quienes mueven el muñeco desde fuera.

Es algo que ya sabíamos todos pero que nos han venido a confirmar la enésima bajada de pantalones del narcisista Sánchez tras el rapapolvo de Iglesias por excluirle de la comisión interministerial creada para gestionar los fondos europeos y después de autoenmendarle los Presupuestos, por un lado. Y, por otro, al ponerse firme y en primer tiempo de saludo ante la exigencia de un Rufián, por apellido y actitud, para abordar una normalización fiscal -la llaman así cuando quieren decir subida de impuestos para todos- cuyo único objetivo acabar con la exitosa política de rebajas fiscales de Madrid y motivada por esa madrileñofobia por envidia de la Comunidad que se ha convertido en la locomotora económica de España superando a una Cataluña cada vez más deprimida, regulada y que despilfarra los impuestos esquilmados a sus ciudadanos no en servicios sociales sino en delirios independentistas.

Madrid es hoy la primera comunidad de España en crecimiento económico, en creación de empleo, en atracción de inversiones y en inversión social, además de ser también la que solidariamente más aporta al conjunto del Estado, 23.000 millones de euros, más del doble de lo que contribuye Cataluña. Pero claro, como no se puede ni se sabe copiar ni competir con el modelo de éxito de Madrid se le cercena para igualar a todos por abajo y seguir esquilmando a la ciudadanía para poder mantener esos gobiernos elefantiásicos, plegados de ministros sin función ni competencia, amiguetes enchufados que disfrazan de asesores y burócratas serviles.

Y es que este es el modelo político de esta izquierda populista, igualar por abajo, como hace la llamada ley Celaá de educación que, en lugar de incentivar el estudio, el esfuerzo y la capacidad premia eliminando las repeticiones de curso a los vagos, los incompetentes y los torpes, para crear una sociedad de asnos fáciles de domesticar y gobernar sin aspiraciones, sin talento y sin sentido crítico.

Por cierto que, a la hora de normalizar, podíamos empezar por la normalización lingüística y, en materia fiscal, por acabar con esos privilegios medievales que son el cupo vasco y de Navarra, y que sí suponen una evidente discriminación con respecto al resto de los territorios españoles. A ver si tienen agallas para eso.

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