En plena vorágine de la infame campaña de madrileñofobia, instigada por el socialpopulismo revanchista y sus socios independentistas de la Frankestein, Ximo Puig, presidente de la Comunidad Valenciana por obra y gracia de su abrazo con los nacionalistas, apuntaba que “lo que está pasando es un cierto movimiento independentista en Madrid”.
Pues, ¡enhorabuena presidente!, porque a lo mejor acaba de darnos una idea para parar esos ataques motivados por la envidia, la incompetencia y el resentimiento -el PSOE lleva 28 años sin tocar poder en la comunidad madrileña- contra una gestión sanitaria y económica de éxito que ha sido avalada y ensalzada por los socios europeos y los organismos internacionales. Además de aportarnos una solución para si no acabar, sumarnos al menos al chantaje permanente y al reparto de los privilegios que disfrutan los independentistas de Cataluña y el País Vasco.
Ya lo dice el aforismo popular, “si no puedes acabar con tu enemigo, únete a él”. Y si Teruel existe y participa del pastel, ¿porqué Madrid va a tener menos derecho a tener su propia formación nacionalista y beneficiarse de las prebendas políticas y económicas que reparte Sánchez para mantenerse en La Moncloa?
Cierto que un partido independentista en Madrid puede parecer un disparate. Pero, en este esperpento en que el gobierno de coalición socialcomunista está convirtiendo España y en esta ruina económica y social a la que nos conducen todo vale, máxime cuando se hace por razón de autodefensa, y todo cabe menos la unidad, la solidaridad y la cordura. O, ¿es acaso menos insensatez y desvarío, indultar a los golpistas, acercar a terroristas manchados de sangre, eliminar el castellano como lengua vehicular del Estado, o destinar la parte del león de las inversiones del Estado a las regiones donde gobiernan quienes quieren destruir España en detrimento de las más deprimidas, despobladas y desprotegidas?
Y puestos a fantasear, ¿qué pasaría si Madrid, la comunidad que con una política económica liberal y de bajos impuestos ha conseguido desbancar a Cataluña como líder en PIB, creación de empleo y atracción de inversiones en España amenazara con dejar de contribuir a la “caja común” del Estado con 23.000 millones de euros más que Cataluña y con dejar de aportar también el 70 por ciento de las contribuciones al fondo de solidaridad estatal, frente al 24 por ciento que aporta Cataluña? Logros todos ellos conseguidos sin dejar de atender las necesidades de los madrileños y destinando el dinero que gestionan a servicios sociales y hospitales públicos en lugar de a delirios independentistas y a engordar las administraciones con gobiernos elefantiásicos y multitud de asesores y amiguetes enchufados a la teta del Estado.
Pero, si lo que se trata es de armonizar, o a respetar “el hecho constitucional de igualdad”, como también decía Ximo Puig, pues podemos empezar, y con urgencia, por reformar una ley electoral injusta y discriminatoria, para conseguir ese elemental principio democrático de que “cada hombre un voto”, y erradicar de una vez por todas ese favoritismo hacia los nacionalistas. Y, si hablamos de fiscalidad, pues copiar los modelos de éxito y bajar los impuestos para todos, en lugar de seguir las instrucciones de los fracasados. Y, Lambán, Fernández Vara, García Page o el propio Ximo Puig tragando y doblando el espinazo ante el califa narcisista y las tropelías de su gran visir del moño.
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