El Gobierno ha sacado adelante los Presupuestos Generales del Estado para 2021 con una mayoría parlamentaria más amplia de lo esperado. Son 188 votos a favor (PSOE, UP, PNV, EH-Bildu, ERC, PdeCAT, Más País-Equo, Compromís, Nueva Canaria, Teruel Existe y PRC) frente a 154 en contra (PP, Vox, Ciudadanos, Coalición Canaria, Foro Asturias y Junts). Ocho diputados no votaron. El resultado amplía la base social y parlamentaria del Ejecutivo progresista de Pedro Sánchez, que está a punto de cumplir un año. Cabe recordar que el anterior intento del socialista Sánchez de aprobar unos presupuestos tras desalojar a Mariano Rajoy de la jefatura del Gobierno mediante la moción de censura data de 2018 y se saldó con el fracaso y la convocatoria de nuevas elecciones generales.

Lo ocurrido en el templo de la soberanía nacional el jueves, 3 de diciembre, después de tres días de debate en el pleno, convierte los argumentos de las derechas en ‘flautus vocis’, pues no es cierto que España se rompa porque los supuestos enemigos del Estado, furibundos separatistas, apoyen las cuentas del Reino de España. Más bien tendrían que decir lo contrario. Pero una vez más, como cuando querían fusilar a Zapatero por buscar la paz y el desarme de ETA, las derechas hierran. Ya no les vale que la banda terrorista se haya disuelto; los que en las grandes marchas del PP por el barrio de Salamanca gritaban: “Con Zapatero como con su abuelo”, quieren ahora fusilar a 26 millones de rojos. Ni uno menos.

Tampoco les vale que Sánchez (e Iglesias) hayan realizado meritorios esfuerzos para reducir la tensión catalana que Rajoy y el PP contribuyeron a fomentar hasta el extremo de provocar el referendo. Entonces España no se rompía, como repiten una y otra vez los vóxidos de ultraderecha con la comparsa acatarrada de un grupo de militares jubilados que en vez de hacer la ruta del colesterol y ejercitar las articulaciones jugando a la petanca, se dedican a mandar cartas al rey.

Si de los sembradores de odio de la ultraderecha nada bueno se puede esperar, del PP albergaba Sánchez (y la vicepresidenta Nadia Calviño) una actitud más constructiva en la aprobación del Presupuesto para la reconstrucción tras la pandemia del coronavirus. Pero esos genios de la política que son Pablo Casado y Teodoro García Egea entienden España a su manera y siguen negando la legitimidad de la izquierda, se llame Podemos, Bildu o ERC. Por cierto que luego votan a favor de 15 enmiendas de ERC y 3 de Junts al Presupuesto.

El disgusto de esos líderes y de su colega Arrimadas (siempre en busca de arrimo) porque el Gobierno de coalición PSOE-UP puede seguir avanzando en políticas socialdemócratas de apoyo a los trabajadores y a los que menos tienen y de reducción de las desigualdades, es enorme o, cuando menos, proporcional a sus iniciativas para imponer condiciones a las ayudas de la UE y crear problemas a España en Bruselas. Ni Casado ni Egea son de fiar por más que el populismo nada barato para los ciudadanos les lleve a inaugurar con Díaz Ayuso hospitales sin quirófanos, el último grito a lo lejos, en la T-4.

Tampoco a la vieja guardia del PSOE y a los baroncillos agazapados en sus negociados les agrada el balón de oxígeno al Gobierno de coalición. Están que trinan. Y no pierden oportunidad de trinar para goce y algazara de las derechas y bochorno de miles de socialistas. Se reconfortaban entre sí con la palabra “paciencia” cuando Sánchez los derrotó limpiamente por segunda vez. Y en ese discurso siguen mientras auguran nuevos y graves problemas al Gobierno.

Sobre el presupuesto propiamente dicho hay que señalar que la enmienda de Podemos ERC y Bildu contra los desahucios de viviendas hasta 2022 ha quedado modificada de modo que sólo servirá hasta finales de mayo de 2021, fecha prevista para la extinción del estado de alarma. Las modificaciones de partidas, contra el parecer del Gobierno, afectan a 2.700 millones de ingresos y gastos. Y tras el pase por el Senado, el pleno del Congreso ratificará las cuentas el 29 de diciembre.