Matar a media España

05/12/2020

Josep M. Orta.

Hay españoles que en defensa de su ideología están dispuestos a asesinar a 26 millones de compatriotas. Y hay partidos que por activa o por pasiva los aplauden (y aquí está la tibia reacción de Pablo Casado antes de que sus correligionarios le hicieran rectificar). Y lo grave es que estos mensajes adornados con su procedencia cuartelera reciben no pocas adhesiones.

No sé si estas proclamas las hacen en nombre de la unidad de una España en la que sólo caben ellos o en defensa de una Constitución interpretada a conveniencia, pero la medida que proponen es preocupante y las reacciones de algunos son más que tibias. En otros casos -si los protagonistas son los nacionalistas – la actuación es inmediata y la represión muy dura.

Esta benevolencia y el no atreverse a tomar las adecuadas medidas para corregirlas propicia el crecimiento de las adhesiones a estas tesis que además cuentan con poderosos altavoces. Esta situación recuerda a los meses previos al tejerazo donde el ruido de sables que salía del marco de la sala de banderas de los cuarteles se oía en todas partes y que contaba con el decidido apoyo de diarios como El Alcázar.

Cabe recordar que la ley considera que se ha de ilegalizar un partido que “promoviendo, justificando o exculpando los atentados contra la vida o la integridad de las personas, o la exclusión o persecución de personas por razón de su ideología, religión o creencias, nacionalidad, raza, sexo u orientación sexual” (Artículo 9 de la ley orgánica 6/2002 sobre partidos políticos)

Pues hay partidos que si no promueven con sus actos alguna de estas actitudes se le parece mucho. Lo malo es que aquel famoso “a por ellos” no hicieron nada por castigarlo y de esta manera les han dado alas han pasado en considerar ilegítimo el actual gobierno (algunos, como Inés Arrimadas, llamó al golpismo parlamentario reclamando el cambio de voto de diputados socialistas, ¿recuerdan? Para que no prosperara la investidura), la catalanofobia es el pan nuestro de muchos partidos y no digamos las descalificaciones por sacar las propuestas gubernamentales con los votos de los “terroristas” cuando ETA ya hace muchos años que se disolvió. Por no hablar de la homofobia y el racismo que parecen defender algunos partidos.

Tampoco la cúpula judicial sale indemne de esta situación, con sentencias más que benévolas en los casos de una ideología determinada que contrasta con la dureza cuando los acusados son de signo contrario, hasta el punto que se atreven a reclamar lavados de cerebro a los presos políticos catalanes.

Con estos ejemplos no es extraño que algunos pretendan “limpiar” a media España mientras otros permiten que estos planteamientos crezcan.

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