Europa cuelga de un hilo. Una vez más

10/12/2020

Hernando F. Calleja.

Quienes me conocen saben que no soy propenso a la exaltación y que una de las pocas cosas que alienta un cierto optimismo en mi es el proceso europeo. Los que nacimos cuando Europa era una escombrera provocada por el totalitarismo somos muy sensibles al proceso de la entendimiento europeo que tan buenos resultados ha dado desde los Tratados fundacionales de lo que hoy llamamos sin ambages Unión Europea.

Ese optimismo crónico, sin embargo, no me ciega ni me ensordece. Me convirtió en un vigilante atento y, con frecuencia, crítico durante tantos años. Y reconozco que estos días finales del año atroz no son los mejores de nuestra historia continental. Dos desafíos principales ensombrecen el proyecto europeo. Por un lado, el desafío de Polonia y Hungría a los principios democráticos de la Unión y por otro lado la separación del Reino Unido, que puede llevarse a cabo de manera no pacífica.

En las últimas horas y gracias una vez más a la señora Merkel, la negociación con los dos países de gobiernos reaccionarios puede llegar al fin inmediato de desbloquear los fondos para la reconstrucción postpandémica, pero eso es solo una parte emergente del problema. El asunto de fondo sigue siendo que los dos países cuestionan los principios inamovibles de la Unión, que son la libertad y la democracia, que sin ser sinónimos son, al menos, conceptos siameses.

Es urgente que superado o no el trance presupuestario, las instituciones europeas remitan a los tribunales los hechos que han puesto en entredicho la vigencia del estado de derecho en Polonia y en Hungría. De hecho, la señora Merkel ha negociado sobre esa base la retirada de los vetos. Y parece normal que sean los tribunales europeos los que decidan, aún asumiendo el riesgo de que no nos den la razón a quienes pedimos la vigencia plena de los principios democráticos más escrupulosos en todo el territorio de la Unión.

El otro asunto, el Brexit, se mueve en otro ámbito. No es una cuestión de principios sino una solución técnica la que se requiere. No son comparables en absoluto, aunque se presente como algo dramático. Dos no pactan si uno no quiere. No creo perder la objetividad si afirmo que es el primer ministro británico, Boris Johnson el que no quiere pacto. El maximalismo de sus posiciones, especialmente en el caso de las relaciones con Irlanda, choca con la racionalidad  de las propuestas de la Comisión Europea. Ahora, a la luz de lo ocurrido con Trump, su sueño transatlántico, se desvanece y la duda sobre las preferencias de Biden entre el Reino Unido o la Unión Europea son una incógnita. Eso debilita su postura negociadora ante Úrsula von der Leyen y estoy por creer que habrá una prórroga deliberativa o un acuerdo por los pelos.

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