Por si no hubiera tenido suficiente Irene Montero con incendiar el Ministerio del Interior y a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado acusando, de manera tan falsa como injusta, a los policías españoles de racismo, la consorte podemita difundía esas semana, a través de su perfil oficial de Twitter un estudio de su ¿Ministerio? en el que bajo el título de “Noches seguras para todas”, en el que se afirma, también gratuitamente, que los hombres “ejercen constante ejercicio de violencia sexual sobre las mujeres cuando salen de fiesta” y de manera frecuente invitan a las mujeres al alcohol y drogas para aprovecharse de ellas.

¿Lo dice la consorte por propia experiencia y por la conducta de los hombres con los que alterna y de los que se rodea? Ella que impulsaba esa campaña de “solas y borrachas”.

Como no soy experto en materia de leyes y justicia, no sé a ciencia cierta si lo que se dicen en estos panfletos inspirados por un falso y sectario concepto de igualdad entra dentro de los llamados delitos de odio, aunque sospecho que así es. Pero, en cualquier caso, delito o no, ambos destilan tanto odio como incompetencia y falsedades, además de un profundo desprecio a la inteligencia, la dignidad, la sensatez y la capacidad de las mujeres a las que con estas campañas se ofende tanto como se minusvalora.

Y lo más esperpéntico del caso es que esto lo promueve una mujer cuyo único mérito y capacitación para el desempeño del cargo que ocupa es el de ser la consorte del “macho alfa” de Podemos. La misma que ha dejado “tiradas en la calle a las prostitutas”, en palabras de los colectivos feministas que la han calificado textualmente como el “anticristo” del feminismo. Y la misma que permaneció sorda, muda y sin moverse en el caso de las niñas prostituidas en Mallorca, por citar sólo algunas de sus hazañas y sus logros.

Una ministra consorte que ha prostituido el feminismo inclusivo, ese que ve la liberación de la mujer y su igualdad, asociada a la liberación e igualdad del resto de seres humanos, independientemente de su género u orientación sexual, religiosa, política o de cualquier otra índole. Y que se ha convertido en la vocera de un feminismo exclusivo, intolerante, farsante y esperpéntico. Y lo dicen también las principales asociaciones representativas del feminismo histórico en España que, recientemente han calificado de “aberración” y “disparate” por invadir los derechos de las mujeres y los menores de edad el proyecto de Ley de Liberad Sexual de Montero.

«Si las leyes trans hubieran existido en nuestra generación, cuando teníamos 12 años, ahora seríamos señores con bigote y barba y con una doble mastectomía», afirmaba la filósofa Victoria Sendón sobre esta iniciativa legislativa.

Y, como colofón, una sugerencia a los señores parlamentarios. A la vista de semejantes dislates, campañas y panfletos, ¿no se le ha ocurrido a nadie plantear una comisión de investigación sobre los informes, los fondos destinados a los mismos y sobre las personas o entidades beneficiadas de los mismos?