Filomena divisoria

14/01/2021

Luis Díez.

Mire usted por donde la Filomena del chopo de la fuente que cantaba Luis de Góngora en su más popular e invernal poema ha acabado dando nombre a la borrasca que ha dejado en el centro y noreste peninsular la mayor nevada de lo que llevamos de siglo. Y ha trazado además una línea bastante nítida entre la gestión del Gobierno central y la del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, en manos del PP, C’s y la ultraderecha, que tanto le critican. Ya es significativo que las derechas no hayan pedido dimisiones fulminantes de ministros. Desde que el jueves, 8 de enero, comenzó a nevar, los ministerios de Interior, Fomento y Defensa activaron los medios de seguridad y limpieza en el ámbito de sus competencias, de modo que han evitado bastantes calamidades y mucho sufrimiento a decenas de miles de personas.

Para iluminar las entendederas vale recordar lo que ocurrió en enero de 2018, cuando todavía gobernaba el señor Rajoy, con miles de personas, familias enteras, atrapadas durante más de quince horas, tarde y noche, en la AP-6, a cien kilómetros de Madrid. Entonces el ministro del Interior, señor Zoido, estaba en Sevilla, disfrutando sus vacaciones de Reyes Magos, y su amigo Gregorio Serrano, al que nombró director general de Tráfico, tampoco estaba en su puesto, sino en su casa de Sevilla. Muy ocurrente, ese Serrano, dijo que la culpa era de la gente, los conductores, que no se enteran, y de la concesionaria del peaje. Luego, con gran sentido comercial, quiso implantar paquetes de supervivencia en todos los coches, aunque no llegó a tal porque a los fabricantes les venía fatal.

Sucedidos y ocurrencias aparte, con una nevada como la que nos dejó Filomena durante tres días, hemos visto en su sitio al jefe del Gobierno y a los ministros directamente concernidos desde el primer momento. A los botarates de algún periódico les extrañó incluso que Pedro Sánchez acudiera en zapatos a la reunión de emergencia en el Ministerio del Interior. ¿Querían que fuera descalzo? Las autovías limpias contrastaban con el colapso de las principales avenidas de Madrid y las circunvalaciones “calle 30” y M-40, en el interior del casco urbano. La línea trazada por Filomena quedó clara. El gobierno autonómico, que según el vicepresidente Aguado, de la especie de las avefrías, lo tenía “todo previsto”, ni siquiera limpió los accesos a Mercamadrid, con el consiguiente cierre y desabastecimiento de alimentos durante cinco días. El ayuntamiento, que si no todo, lo tenía casi todo previsto, guardó bajo llave las palas y máquinas quitanieves para que no se averiaran, y el alcalde, señor Martínez Almeida, de la especie de los quebrantahuesos, recomendó no salir de casa. ¿Adonde, si no es posible? Tipo listo, ese Almeida. Una semana después de la neviza, la mitad de las calles de Madrid seguían estando intransitables. La descripción de lo sucedido en Madrid forma parte de la experiencia de cada cual, pero se puede resumir: “allá te las resuelvas”. Que mil kilómetros de vías férreas se puedan limpiar en doce horas y la Castellana ni en tres días dice mucho de los de la foto de Colón. Y encima, la pala de Casado, sin bandera. ¡Qué fallo! ¿Y Abascal? ¿Por qué no ha salido a espalar el líder de la ultraderecha que recientemente ha comprado una casa valorada en 800.000 euros?

La incompetencia de las autoridades madrileñas resultaría clamorosa y movilizadora si no dedicaran decenas de millones de euros de los impuestos que embolsan a su imagen y autobombo en medios de comunicación. Aun así y todo han comenzado a desviar la atención de sus responsabilidades pidiendo la declaración de “zona catastrófica”. Puesto que tal declaración libra de impuestos a quien sufre la catástrofe, cabe esperar una respuesta negativa del Gobierno central a quienes exhoneran a los ricos y emplean en galas, banderas y boato lo que no está escrito.

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