Radiografía de los males del periodismo de nuestro tiempo

30/09/2011

Luis Díez. Como todas las radiografías, la del periodismo es oscura. El propio título del libro que acaba de presentar el profesor Bernardo Díaz Nosty lo anuncia: Libro negro del periodismo en España.

Sostiene el presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), Fernando González Urbaneja que los periodistas saben lo que les pasa, pero no conocen el camino para salir del negro laberinto. En su prólogo al libro del profesor Bernardo Díaz Nosty sobre los problemas del periodismo contemporáneo, Urbaneja detecta un estado de ánimo entre la indignación, el desasosiego, la decepción y un cierto fatalismo. ¿Qué hemos hecho para llegar a esto? El libro de Díaz Nosty, en cuya presentación participaron el 29 de septiembre el profesor y ex diputado socialista Manuel Núñez Encabo y la periodista y profesora Lucía Méndez, además del autor y el presidente de la APM, nos ofrece una radiografía bastante nítida sobre los males de la profesión.

Como todas las radiografías, la del periodismo es oscura. El propio título lo anuncia: Libro negro del periodismo en España (Editado por la APM y la Cátedra UNESCO de Comunicación-Universidad de Málaga). La foto de portada, una imagen de la fenecida CNN+, lo ratifica, y las contundentes viñetas de El Roto, remachan estos tiempos de pensamiento efímero, baja calidad, insignificancia del relato y polución informativa. En la radiografía nos muestra Díaz Nosty una sucesión de males a los que los propios periodistas debemos administrar tratamiento. “Un libro negro es una denuncia, un alegato con vocación constructiva, regeneradora, propositiva. Éste, en concreto, busca ordenar argumentos para el rescate del periodismo en España”, dice el autor.

El término “rescate”, tan válido para la banca, no se ha planteado para los medios de comunicación en relación con la necesidad de una información pública de calidad por parte de quienes limitan la crisis del sector a las cuentas de resultados. La recesión económica, con su rastro de cadáveres –periodistas y técnicos en paro–, de precarización, uso y abuso de contratos temporales… es el primer mal al que nos enfrentamos. Antes de la crisis económica, ya el periodismo sufría daños como la secular inclinación al sensacionalismo y al espectáculo, en detrimento de la calidad de los contenidos. Pero esa degradación, marcada por “lo único importante” para los consejos de administración de los grandes medios, la cuenta de resultados, tiende a expandirse con la implosión de la crisis económica.

Díaz Nosty aporta datos abundantes y actuales sobre regulaciones de plantillas, la sustitución de contratos fijos por temporales, los despidos de periodistas veteranos, reemplazados por jóvenes con contratos precarios o sin ellos, a la pieza. Para hacerse idea de la precariedad vale un dato: los contratos temporales fueron el 86,8% de los realizados en 2010 y han pasado al 91,1% en mayo de 2011, en que se registraron 875 frente a los 1.109 del mismo mes del año anterior. Más de 10.200 periodistas figuraban en el Inem como demandantes de empleo ese mes. Lógicamente, si el medio paga mal, el periodista se esfuerza menos y la calidad se resiente.

Aunque el profesor se muestra crítico y escéptico con la expansión tecnológica y “la complacencia con los propagandistas del llamado periodismo digital”, reconoce que después de “una literatura académica admirativa del resplandor tecnológico, con escasa reflexión sobre el papel social del periodismo”, se va produciendo en los últimos años una reorientación hacia los aspectos culturales y sociales, aunque, “con frecuencia se sigue ignorando el papel central del periodismo”. El libro pasa de puntillas sobre el cambio del modelo informativo que, en todo caso, representa una oportunidad de empleo y de periodismo de calidad.

De las consecuencias del estallido de la “burbuja mediática”, el doctor Díaz Nosty pasa a señalar “la injerencia del poder mediático y del abuso de posición dominante en la vida de las instituciones” –el conglomerado mediático de Rupert Murdoch, que tiene en nómina al ex presidente José María Aznar, es la última prueba más escandalosa y evidente–, y analiza asimismo la otra cara de la moneda, la injerencia y las presiones políticas, la bipolarización y la crispación ideológica, con frecuencia alejada de la percepción más matizada de la opinión pública. Este mal resta credibilidad al periodismo y reduce el espacio de intervención crítica, sostiene el autor con aplastante evidencia.

Al respecto incluye una encuesta muy significativa con directores de medios. Más de la mitad de los consultados se sienten o han sentido políticamente presionados. Una de las formas de “presión y extorsión”, según los términos que emplea el autor, la compra del “buen trato informativo o, incluso, el silencio en determinadas circunstancias” con publicidad. La crisis económica ha acentuado la aceptación de esta práctica. Y puesto que los casos se cuentan por millares, vale aportar algunos datos: en 2008, año electoral, la inversión publicitaria de las administraciones públicas fue de 461,2 millones de euros. La crisis ha reducido esa cifra a 235,6 millones este año, 80,8 de la administración central. La inversión media per cápita de las autonomías en publicidad institucional en 2008 fue de 3,21 euros, 6,11 euros en el caso de Madrid. Añádase los más de 70 millones anuales de los ayuntamientos de las seis ciudades más importantes y se tendrá idea de la capacidad de influencia del poder político en los medios de comunicación.

El profesor Díaz Nosty, que enseña periodismo en la Universidad de Málaga, no olvida señalar en su concisa y descarnada radiografía la incapacidad del sistema para absorber a los cientos de licenciados y graduados que salen cada año de las 46 universidades públicas y privadas que imparten los títulos de Comunicación Social. La población ha crecido, los medios se han multiplicado por veinte y la enseñanza ha actuado exponencialmente, aunque sin un límite acorde con la realidad, señala el autor, cuya observación crítica del periodismo y de los medios de comunicación viene de largo y se remonta a los tiempos en los que pertenecía al núcleo del extinto Partido Socialista Popular (PSP) de Enrique Tierno Galván. Entonces era un “joven profesor” y más de 30 años después peina canas y no ha perdido el entusiasmo por mejorar el periodismo, sin el cual, hoy como ayer, la democracia sería imposible.

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