¿Gobernar o solo soportarse?

21/01/2021

Hernando F. Calleja.

El Gobierno español padece una disfuncionalidad creciente. Y esa anomalía se traduce en una ineficiencia preocupante. La causa principal es la coalición entre dos partidos políticos cuya tradición y cuyo horizonte no pueden ser más diferentes. El PSOE es una organización presente en la política española durante 148 años y, siendo republicano, se ha desempeñado mucho más tiempo bajo constituciones monárquicas que bajo la constitución republicana. Y ha sufrido una persecución inclemente durante la dictadura de Franco, con una militancia clandestina tenaz, aunque dispersa.

El partido-movimiento de Unidas Podemos, es un invento sin historia ni biografía, constituido por un grupo de personas cuya trayectoria política anterior está inédita, entre otras cosas, por razones de edad, y con un ideario lábil y sin contraste que sustituye ideología por estrategia. Es el oportunismo de izquierda, que les distingue. Me explico, adopta posiciones temáticas y de actualidad, no globales y estables. La única constante que parece alumbrar es la corrupción de todos los demás, siempre y cuando sean de derecha y no separatistas.

Con estos mimbres, hace poco más de un año, Sánchez e Iglesias han tejido un cesto que hace aguas. Es cierto que por medio se ha cruzado la pandemia, aunque a decir verdad Sánchez y algunos ministros socialistas se están comiendo el marrón solos, porque Iglesias y los suyos se han puesto de perfil en la gestión de la misma, porque ni un voto se puede sacar de esta terrible circunstancia y porque no pueden criticar a sus socios en esta materia concreta.

Se insiste mucho en que un gobierno de coalición es algo sin precedentes inmediatos en la política española y que, por eso, se dan las disfuncionalidades de cada día. No es verdad. Gobiernos de coalición se han producido en las comunidades autónomas y en los municipios en los últimos cuarenta y tres años. El PSOE ha formado varias decenas de coaliciones en las autonomías y hasta ahora no habían claudicado como mayoritarios. Más bien lograron imponer sus programas o negociar las tablas, salvo, notoriamente, en el tripartito catalán, en el que se halla el origen de muchos de los problemas posteriores.

Muchas de las disfuncionalidades del Gobierno vienen de declaraciones contrarias de una y otra parte del Ejecutivo. O de deslealtades flagrantes, como aquellas declaraciones de Iglesias que tumbaron las rueda de prensa oficial del Gobierno, la insistencia en una constitución republicana o la tremenda equiparación entre el exilio, pongamos, de Indalecio Prieto y la fuga de Carles Puigdemont. (El alma del PSOE de siempre ha tenido que aguantarse la iniquidad de la comparación).

Pero ha habido un salto cualitativo hace solo unos días. El juego del escondite entre el señor Iglesias y el señor Escrivá a propósito de las pensiones nos ha puesto en evidencia ante Bruselas. Un espectáculo bochornoso en los preliminares de las presentaciones de proyectos para acogerse a las ayudas europeas.

La pregunta del año es si esto puede seguir así durante mucho tiempo. UP progresa en su asentamiento en las instituciones y en el reparto de los presupuestos de los ministerios que tiene asignados, mientras ministros socialistas se pasan el día achicando aguas turbias y revueltas por sus socios. El PSOE da la sensación de que pierde discurso y espacio político mientras tanto.

Cuando se aprobaron los Presupuestos del Estado para este año se hablaba enfáticamente de estabilidad garantizada en la legislatura. Habrá que buscar otro término más preciso para explicar los últimos y reiterados desencuentros. Algunos pretenden saber o intuyen que Sánchez está un poco harto de la situación y que si UP tensa mucho la cuerda, el Gobierno puede romperse. No sé si es conocimiento o deseo. Yo creo que, en aplicación de la base estratégica del oportunismo de izquierda, que mencionaba más arriba, puede ser más probable que la ruptura la fuerce Pablo Iglesias.

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