Se acabó el carbón…

25/02/2021

Hernando F. Calleja.

El día que escribo he visto en la televisión un reportaje sobre el comienzo de la demolición de la central térmica de Andorra (Teruel), con aquellas inmensas playas de carbón, hoy despejadas. Pronto serán miles de toneladas de chatarra, a las que se intentará, supongo, dar una nueva vida.

Las imágenes me han llevado a recordar una peripecia personal, nada heroica, aunque algo simbólica.

Allá por 1996 o 1997 fui invitado a dar una conferencia en mi ciudad natal, León. Se trataba de conmemorar una efemérides financiera local.

Quienes tuvieron la descabellada idea me propusieron que hablara del futuro de la economía leonesa.

Huelga decir que para mí era un enorme compromiso porque, por aquellos días, estaba en pleno desacuerdo con la mayoría de la población leonesa, movilizada y agitada por las fuerzas vivas provinciales, que culpaban a la política energética europea, que planteaba plazos ciertos para acabar con la producción de carbón. No obstante mi objeción, acepté el envite.

Tras un inevitable excurso histórico afronté la explicación de por qué las movilizaciones y la agitación eran una pérdida absurda de energía, puesto que la decisión europea, aunque se consiguiera alguna prórroga simbólica, era firme e irrevocable. Más les valiera a ustedes, creo que dije literalmente, que se dediquen a programar el cierre rápido y ordenado de las minas y a plantear políticas industriales alternativas que den sentido al uso de los enormes esfuerzos económicos que ahora se lleva el carbón. Me permití enunciar algunas políticas, pero ya nadie me escuchaba.

El follón que se montó hizo que uno de los organizadores me hiciera una señal para que abreviara y desapareciera lo más pronto posible. Salir de aquel auditorio lleno me costó aguantar algunos insultos y empellones. Mis colegas de los medios locales no se cortaron un pelo al censurar lo que yo consideraba una actitud leal a mis paisanos y ellos, justo lo contrario.

Hasta aquí la historia. Mi reflexión, entonces y ahora, es que cuesta mucho, individual y colectivamente adaptarse a nuevas circunstancias por ineluctables que sean cuando, además, hay algunos interesados en que lo subvencionable se eternice. La demolición  de la central de Andorra acongojará a muchas gentes para las que la altísima chimenea era el faro de su vida. Lo comprendo, pero llega demasiado tarde para ellos.

En estos mismos días, dentro del sector energético, asistimos a una paradoja que tiene verdaderamente tintes dramáticos. Me refiero al concurso de acreedores de la matriz del grupo Abengoa, una empresa cargada de futuro, parafraseando, con perdón, a Gabriel Celaya. Estamos ante el caso contrario del fatalismo del carbón. La obnubilación del grupo empresarial con los primeros grandes éxitos, la inconsciencia de sus gestores, al endeudarse muy por encima de las posibilidades reales de su capacidad de generar recursos, la inestabilidad normativa y el intervencionismo han dado en el fracaso de un proyecto instalado en la modernidad, que habrá que intentar que no sucumba ni como empresa ni como entidad privada.

¿Te ha parecido interesante?

(Sin votos)

Cargando...

Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.