Ideas para iniciar un debate inaplazable dirigido a mejorar el mundo del trabajo

01/03/2021

Ana Bonilla, de Ceszinkin. Una reflexión sobre las relaciones laborales en la era postcovid.

Hace un año que nuestro país y el mundo entero se paralizó como consecuencia de la pandemia por el Covid-19. Una suspensión sine die de muchas actividades económicas, una paralización inicial de toda actividad no esencial, una limitación y constante modificación de actividades consideradas de riesgo, como la hostelería y servicios —el motor de nuestro país— y un cambio de nuestra vida en general. Prudencia, nuevas costumbres, muchas limitaciones o pocas cosas de las que disfrutar.

Parece mentira, pero en tan solo 12 meses, el teletrabajo, que ha venido para quedarse, ha pasado a ser la forma habitual de realizar tareas administrativas desde el propio domicilio. La palabra ERTE, que casi nadie identifica como expediente de regulación temporal de empleo, está en boca de todos, y el cierre de pequeños y grandes negocios o comercios es ya una habitualidad. ¿Y todo esto lo ha hecho el Covid-19 —un virus que sigue mutando en su contagio masivo— o ha sido una tendencia natural? La respuesta no se sabe; lo único cierto es que no estaba previsto un plan económico ni laboral para grandes desastres, de ahí la debacle actual.

La previsión, al parecer, no era lo nuestro. ¿Y si hubiese sido un terremoto o cualquier catástrofe natural? No hay previsto un plan B, y por eso nos está costando tanto mantener la economía a flote y las relaciones laborales activas. Ahora dejo en el aire algunas preguntas. ¿Qué nos deparará un futuro tan incierto? ¿Vamos a seguir dejándonos llevar por las circunstancias? ¿No deberíamos articular planes a largo plazo para garantizar que en el futuro no se produzcan desastres económicos y personales como los actuales, y nos veamos obligados a tomar medidas a golpe de real decreto, en lugar de utilizar la normativa vigente?

Al final, el futuro del trabajo laboral debería pasar por hacer unas relaciones laborales más básicas, menos complicadas. Cuatro modelos de contrato como máximo. Así, el contrato indefinido, con un periodo de prueba un poco más amplio que el actual, debería coexistir con tres tipos de contratos temporales: de obra o servicio, eventual por las circunstancias de la producción, y de interinidad, en su caso, para cubrir puestos de trabajo o vacantes con titular propio. También se podría mantener el contrato de relevo, para facilitar las jubilaciones y las nuevas contrataciones, pero con la obligación de transformarlo en indefinido en cuanto el relevado acceda a su pensión pública final.

Imagen: Gerald Altran (obtenida en pixabay.com y modificada).

Especialidad y polivalencia
Por otra parte, los trabajadores se debatirán entre la especialidad y la polivalencia. En determinados puestos de trabajo se exigirá un perfil muy cualificado, con estudios superiores, especialización e idiomas varios; serán posiciones muy competitivas, con un acceso difícil, cuyo proceso de selección se basará en el sistema de méritos y capacidad. Para otro tipo de actividades menos exigentes, se requerirá menor especialización, pero más dinamismo: poder desempeñar un puesto de trabajo similar en diferentes departamentos. Para ello, será preciso que los convenios colectivos reduzcan el número de grupos o categorías profesionales, y la clasificación profesional sea más sencilla. Eso sí, se deberá premiar al trabajador más versátil o polivalente, a la persona que muestre mayor dedicación y predisposición, frente a la que se apoltrona en su sitio y es reacia a cualquier cambio.

Los complementos salariales también sufrirán lo suyo. En empresas grandes, con potencial, primará el sistema de objetivos, que premia por encima de todo el rendimiento y la actividad. Pueden aparecer otro tipo de complementos, como aquellos que se aplicarán porque suponen un ahorro para la empresa. Se recompensará a quienes trabajen más que los demás —evitando así contratar a más personal—; a quienes sigan formándose para mejorar la marcha de la empresa, y lo que tengan un perfil  emprendedor e innovador, por aportar nuevas ideas. Las empresas deben despertar y reconocer que a los que hay que cuidar y premiar es a los trabajadores más válidos, fieles y cuyo desempeño sea impecable. Esos, en definitiva, son los más efectivos, los que sienten la empresa como suya y los que trabajan a destajo para que su empleadora vaya bien.

Organizaciones horizontales
Tras la pandemia, los puestos directivos se verán reducidos considerablemente. Pocas empresas pueden mantener sueldos como los que hasta ahora gozaba la alta dirección. Su trabajo será cada vez más fiscalizado, y las cláusulas de blindaje sólo se firmarán si su contratación produce un incremento real en los beneficios de la empresa. Dado el número actual de trabajadores cualificados, a los directivos se les deberá exigir unos requisitos imprescindibles de conocimiento del negocio, de forma que produzcan una rentabilidad en la empresa doble o triple del salario a percibir. Y los blindajes serán residuales, porque la normativa de alta dirección ya establece la indemnización por despido correspondiente.

Finalmente, las prestaciones de la Seguridad Social protagonizarán el debate laboral futuro. Un sistema como el actual no se sostiene de ninguna forma, y más cuando un alto porcentaje de los trabajadores en edad de prestar servicios están desempleados y, por ende, no aportan cotizaciones a las arcas públicas, pero sí reciben prestaciones públicas. Algunas soluciones que a la larga liberen a las arcas públicas de la carga tan enorme que sufre ahora serían:
♦ Favorecer los planes de pensiones privados y volver a darles beneficios fiscales
♦ Lograr que las empresas fomenten los planes de pensiones
♦ Fomentar que las empresas suscriban seguros privados que suplan los salarios cuando se producen episodios de incapacidad temporal
♦ Ofrecer mayores exenciones o reducciones en las cotizaciones a la Seguridad Social cuando se dé trabajo a los colectivos más vulnerables
♦ Perseguir la falta de cotización de las empresas por empleados que, claramente, son falsos autónomos

No debemos asustarnos al pensar en lo que está por llegar. Que todo este tiempo de cambios adversos nos lleve a plantearnos nuevas ideas de futuro, que mejoren nuestro bienestar, nos ayuden a vivir en sociedad y consigamos, entre todos, devolver a nuestro país al esplendor económico del que un día disfrutó. Eso sí, nada se puede lograr sin esfuerzo y trabajo.

 

Ana Bonilla Blasco, ‘labour counsel’ de Ceszinkin Consultoría Legal Estratégica.

Ana Bonilla Blasco es consultora en Derecho Laboral y de Seguridad Social en Ceszinkin Consultoría Legal Estratégica (en Twitter, @ceszinkin).

 

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