Y mañana Dios dirá

06/04/2021

Josep M. Orta.

Mientras nuestros vecinos europeos han tomado medidas muy drásticas durante la pasada semana santa (Alemania, Francia, Italia, Bélgica han adoptado severas precauciones) para impedir la propagación del coronavirus, España – y especialmente Madrid- parece que se ha convertido una gran fiesta de permisividad, para satisfacción del gremio de hostelería, del comercio en general y de buena parte de la población.

Ello ha propiciado que muchos sectores estén encantados con las livianas medidas adoptadas por Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad y como agradecimiento son muchos los ciudadanos dispuestos a darle su apoyo en las urnas hasta el punto que según las encuestas está rozando la mayoría absoluta.

No son pocas las autonomías que envidian la situación de la Comunidad Madrileña por las libertades que disfrutan sus ciudadanos y por ello se han visto obligados a suavizar las restricciones que habían adoptado para estos días lúdicos, al tiempo que comprobaban como los indicadores de transmisión de la pandemia habían frenado en seco su caída se iban disparando de una forma lenta pero constante.

La sociedad en general tenía hambre de playa, de monte y de esparcimiento y es evidente que ha aprovechado intensamente las jornadas de asueto, a veces olvidando las más elementales medidas de seguridad y en algunos casos con actuaciones temerarias.

Habrá de esperar unos días para ver las consecuencias de estas fiestas y si las precauciones que unos y otros han tomado para evitar que se expandiera el virus han sido efectivas, sin embargo los expertos avisan que estamos en las puertas de una cuarta fase de infecciones masivas.

Precisamente, y esto no lo pueden prever las encuestas, de los efectos que tenga la intensa actividad de la pasada semana más que de la campaña electoral será la que condicionará el futuro político de la comunidad madrileña. Si las cifras de afectados se disparan y la mortalidad crece de forma alarmante quizás los que hoy aplauden a Díaz Ayuso el día de las elecciones le retiren la confianza. Y este es en estos momentos el gran problema de la presidenta madrileña que ha permitido la fiesta con un “y mañana Dios dirá”

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