Lealtad y populismo

07/04/2021

Luis Díez.

Menudo tanto se hubiera marcado la presidenta regional de Madrid ante unos Tupolev, descargando vacunas Sputnik para inmunizar a los madrileños contra el coronavirus. Di tu que las discretas gestiones de sus subordinados resultaron infructuosas que si no Madrid, que es España y mucha España, hubiera dado una lección a las autoridades nacionales y europeas. Y, desde luego, habría repartido ‘sputnits’ por el centro y las bandas peninsulares hasta Cataluña y Galicia e insulares hasta Canarias. Una gesta digna de Agustina de Aragón y Manuela Malasaña con la que la candidata a sucederse a sí misma se habría llevado de calle las elecciones autonómicas del 4 de mayo. Lástima que los argentinos, que son más listos que el hambre, se adelantaran. Y que la Agencia Europea del Medicamento todavía no haya dado el visto bueno a la vacuna rusa.

Esos contratiempos y el hecho de que los habitantes del antiguo imperio soviético sean tantos han hecho que la deslealtad y sus parientes doña incoherencia, trifulca y división, se queden en el grado alcohólico de tentativa. De este modo no cabe acusar a Isabel Díaz Ayuso y a su equipo de deslealtad al Gobierno estatal ni de trampear la decisión de la Unión Europea de adquirir y gestionar en común la distribución de las vacunas europeas y estadounidenses. La deslealtad interna y externa (al eje atlántico) es un asunto muy grave. De puertas adentro se preguntaban algunos dirigentes del PSOE meses atrás: “¿Qué hace Ayuso haciendo de Torra?” Ahora ya lo saben y tendrían que modificar su pregunta: “Lo que ni Torra”. Supongamos que las negociaciones subrepticias con los rusos llegan a buen puerto (el aéreo de Barajas) y que la Comisión Europea sanciona la trampa, anulando parcial o totalmente el compromiso con el Gobierno del Reino de España. ¿A quién reclamarían sus dosis de inmunidad los celtas, iberos carpetanos, vascones, oretanos, vetones, fenicios..? Dicho de otro modo: ¿A qué época prejurídica aspira a llevarnos esa dirigencia tribal del PP que, jaleada desde lo más profundo de las cavernas de la ultraderecha, afila sus cuchillos en la edad de piedra? ¿Qué lealtad constitucional e institucional cabe pedir a políticos de esa laya?

Cierto es que el populismo político permite invocar el “bien de los ciudadanos” (madrileños en este caso), emplear argucias como la falta de vacunas para justificar lo injustificable –la negociación bajo mano– y poner cara de no haber roto un plato mientras se practica un tribalismo dañino para el conjunto del Estado. Y puesto que la falta de lealtad sale gratis ¿a qué privarse de añadir dificultades a ese gobierno socialcomunista y bolivariano de Pedro Sánchez que no nos merecemos? Además, ¿quién ha dicho que sea desleal buscar el bien de la gente, de tu gente?

La única deslealtad seria y grave que se ha producido en el Reino de España en los últimos tiempos es la del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, hacia el coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos. Al menos eso ha dictaminado la Audiencia Nacional al dictaminar que el ministro ha de reponer al coronel en su cargo de jefe de la Comandancia de Madrid. De ello y de la dimisión de Marlaska por haberle cesado, exigida por PP y Vox, se hablará en el próximo pleno del Congreso. No importa si Pérez de los Cobos había perdido la confianza del ministro o si se negó a informar o no al ministro sobre la existencia de un macarrónico informe plagado de conjeturas y falsedades solicitado por un juez para procesar al delegado del Gobierno en Madrid por no prohibir la manifestación del día de la mujer (8 de marzo) de 2020. Lo importante es que el ministro no fue leal al coronel. El mundo al revés. Luego dirán que no avanzamos hacia las cavernas.

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