La pasada semana moría el CEO de Apple Steve Jobs, tras una larga enfermedad. A veces, cuando se tiene una enfermedad como ésa (un cáncer de páncreas) tienes altos y bajos y piensas realmente que existe una tabla de salvación. Jobs (como me gustaba llamarle) tenía los medios suficientes como para acudir a los mejores médicos del planeta entero, sin embargo no pudo salvarse. Y es que el dinero no nos puede salvar de la muerte, porque a la muerte nadie le puede ganar la batalla, ni se la puede comprar con todo el dinero del mundo.

Me enteré porque mi pareja me dijo muy de mañana: Cariño, ha muerto Steve Jobs. Y yo estaba en ese preciso instante frente al Macbook Pro acariciando sus teclas, escribiendo, con la manzana de la carcasa iluminada. Jobs dejaba miles y miles de manzanas como la mía encendida pero se marchaba sin más. A ésa nube de la que tanto nos habló, pensamos algunos.

Gente como él, que se entregan en cuerpo y alma a algo que le apasiona dejan huella, una huella imborrable en el tiempo. Él lo dio todo por su marca y, sus ideas hacen posible que hoy, miles de personas, puedan tenerlo todo más fácil con la informática y desde hace poco años con la telefonía móvil. Porque Jobs creó, para mi forma de ver y entender, el mejor teléfono de la historia. Los mejores ordenadores, el mejor sistema operativo. Creó aquel teléfono con el que a veces soñaba pero era incapaz de verlo físicamente, pues Jobs lo veía y lo podía hacer físico y real, con sus claras ideas, con su iniciativa propia: la de un genio.

Jobs era grande, y espero que donde haya ido, sea un lugar grande también, donde quepa toda su inteligencia y todo lo que él fue y seguirá siendo dentro de nuestro pensamiento y corazones.

Te pones triste cuando admiras tanto a una persona y te comunican una mañana, que tristemente se ha marchado. Conocía la gravedad de la enfermedad, pero cuando tienes una enfermedad así y te aferras a la vida con uñas y dientes, como él hacía, no piensas que nos vaya a dejar. Siempre crees inconscientemente que se salvará y que seguirá creando ideas maravillosas.

Jobs nos ha dejado, y hemos quedado tristes y un poco más solos. Realmente habrá gente que no entenderá nuestra reacción, la de los fans de Apple y consumidores de sus productos. No entenderán que hayamos derramado lágrimas por Steve Jobs, ni que nos apene tanto su ida como si se tratara de alguien muy, muy cercano. Pero él hizo posible muchos de nuestros sueños tecnológicos y de esta manera hizo mucho mas sencilla la utilización de cualquier aparato de Apple, que hoy se nos antoja a muchos como imprescindibles.

Este es mi pequeño homenaje a un hombre que luchó por sus sueños y por sus ideas, que nos aseguraba que teníamos que vivir nuestra vida, no la de los demás. Que había que luchar por lo que realmente quiere uno en la vida, y aferrarse a esa idea y no soltarla, porque solo así se puede hacer real. De esta manera logró todo lo que ha logrado. Dejando una huella imborrable y perdurable para siempre en el tiempo.

Gracias, Steve Jobs. Gracias por entregarnos todo, por tu ilusión y el brillo de tus ojos cada vez que con tus manos nos mostrabas un nuevo producto que nos llenaba de ilusiones y abrían paso al futuro tecnológico. Gracias por la alegría que desbordabas con la mirada, al presentarnos productos que nos harían el día a día más sencillo. Gracias por llenarnos de ilusión. Gracias.

Querido Jobs, tú eres ahora más que nunca, ese bocado que le falta a la manzana.

Te echaremos de menos. Siempre.