Presentación «El éxito de la temporada» Teatro La Latina de Madrid © El Terrat / Enrique Cidoncha

Resulta incomprensible que una compañía del prestigio de ‘El Terrat’ lleve a escena un producto tan endeble como El éxito de la temporada; una comedia que, bebiendo de fuentes tan ilustres como la del ‘teatro en el teatro’, y su subgénero del ‘desastre de función’, se permite además mezclar otros asuntos, como el devastador efecto del paso del tiempo, sin que esa combinación, en nuestra opinión, resulte afortunada, aunque logre, y conviene decirlo ya, arrancar numerosas carcajadas de del público congregado el pasado fin de semana en el madrileño teatro La Latina.

Sin embargo, todo semeja plomizo en esta comedia. Desde su primera parte, cuando, veinte años atrás, un grupo de cómicos se dispone a montar Romeo y Julieta, de William Shakespeare, mientras simultanean los ensayos de la obra con sus trabajos en medios como la radio y televisión; un tiempo en que se mezclan realidad y ficción, y sus intérpretes, que llevan el nombre de los actores reales, ligados todos ellos a la productora El Terrat del gran cómico catalán Andreu Buenafuente, recuerdan sobre las tablas los personajes que entonces los llevaron a ganar fama y fortuna, desde la peculiar fan que interpretara Silvia Abril en el late show del cómico catalán, hasta el Chikilicuatre que, interpretado por David Fernández, logró izar la productora hasta el Olimpo eurovisivo hace casi quince años; junto a otros miembros del elenco, que se completa con Fermí Fernández, Oriol Grau, Mónica Macfer, Mónica Ríos y Jordi Ríos; cómicos todos ellos de acreditada trayectoria.

Resulta farragosa, y no exenta de incoherencias, esa primera exposición. Y llamativo el hecho de que sean precisamente los más jóvenes del equipo —Enric Cambray e Israel Solà— quienes se encarguen de la escritura del libreto y de la dirección de la obra; aunque sean precisamente estas labores, especialmente la de escritura, la que precise una mayor madurez para acertar con los difíciles requisitos de la comedia, especialmente la de largo formato, mucho más exigente que otras fórmulas, como el sketch, en cuanto al desarrollo de la trama.

Quizás sea esta la razón por la que esta comedia arrastre muy diversos problemas desde un principio. El primero, tratar de abarcar demasiados asuntos y muy dispares, con el resultado de no terminar por abarcar ninguno. Y dedicarse en cambio a ‘surfear’ sobre ellos, pasando de los citados subgéneros del ‘teatro dentro del teatro’ y la ‘comedia desastre’, donde se rinde homenaje al film de Woody Allen Balas sobre Broadway (aunque siempre lejos de precedentes más ilustres, como Qué ruina de función), hasta, de volantazo en volantazo, asuntos tan diversos, como la corrección política, una reivindicación de la comedia, el oficio de cómico y algunos otros, igualmente destinados al olvido.

Una lástima. Y una oportunidad perdida, la de haber construido un artefacto cómico solvente donde brillara el talento para la comedia de Abril y el resto del equipo; si bien, hay que insistir, el público tiene bastante con esta retahíla de bromas en torno a los famosos personajes televisivos, de escena en escena, hasta terminar con un giro conclusivo, que recurre a una maniobra, proscrita en el capítulo uno de cualquier manual para escritores de ficción.

Para incondicionales del elenco.

Teatro La Latina de Madrid.