Digan lo que digan la propaganda, los candidatos o los eslóganes de los partidos lo que está en juego el próximo 4-M en Madrid, y con Madrid en toda España, no es fascismo o democracia como reza la demagogia trasnochada de los populismos, lo que de verdad se juegan los madrileños en estas elecciones autonómicas es la libertad de educación y de libre elección de enseñanza, de centro educativo o de médico, el respeto a las instituciones y al Estado de Derecho y, sobre todo, la libertad de empresa y el apoyo a la iniciativa privada y a las políticas de emprendimiento. Es decir, todo aquello que ha llevado a Madrid y a ser premiada como la mejor Región de Europa 2021-2022 por el Comité Europeo de las Regiones o ensalzada en Italia como modelo de gestión sanitaria y económica.

Porque, más allá de las mentiras y del delirio electoralista los números, que como el algodón no engañan, Madrid es la primera comunidad de España en crecimiento del PIB y del empleo, la que más aporta a la caja común del Estado con los impuestos más bajos, la que lidera la creación de empresas y la que atrae tres de cada cuatro inversiones extranjeras que se hacen en España. Y todo impulsado y propiciado por una política impositiva que situado la presión fiscal efectiva en la Comunidad de Madrid un 22,4 por ciento inferior a la media de España y un 12,4 por ciento por dejado de la media europea, pero con unos ingresos por habitantes superiores en un 63 por ciento a los de sus competidores.

Todo esto son realidades constatables frente a la demagogia de un Pablo Iglesias que conjura el peligro de quedarse fuera de la Asamblea madrileña con mascaradas como la del abandono del debate de la Cadena SER, con la colaboración inestimable de Rocío Monasterio, o con mentiras que han encontrado el seguidismo de un PSOE y Ángel Gabilondo a la desesperada que ahora, y en un ataque de esquizofrenia electoralista abandera, teledirigido por la sociedad Sánchez&Redondo Producciones, la propuesta de un cordón sanitario a VOX, a la mayor gloria del candidato podemita.

Y proponen esa antidemocrática conducta del cordón sanitario ellos, los mismos que tienen como socios parlamentarios a los herederos de la banda terrorista ETA con más de 800 asesinatos a sus espaldas, y también a los golpistas catalanes del Procés. Ellos y ese frentistas bolivariano que ahora exige solidaridad a los demás cuando él y sus fanáticos han sido los instigadores de la violencia contra VOX en Vallecas que, por supuesto nunca condenaron, como también promovieron y tampoco reprobaron los escraches contra Soraya Sáez de Santamaría o Begoña Villacís, que tienen dirigentes condenados por atacar y vejar a policías, que amenazan a los periodistas y que inundan las redes con mensaje de insultos, odio y contra la integridad física de antagonistas políticos y la Familia Real.

Por cierto, que hablando de golpes de efecto y sin ánimo de prejuzgar, si extraña cuando menos que los absolutamente condenables y democráticamente intolerables paquetes carta con balas y amenazas a Pablo Iglesias, al ministro Marlaska o a la directora de la Guardia Civil, no fueran detectados por Correos, pero tampoco por los servicios protección y vigilancia del Ministerio del Interior. Alguien miente o alguien no ha cumplido con sus competencias y con sus obligaciones en materia de seguridad. Y eso exige tanto explicaciones concluyentes como la asunción de responsabilidades políticas con dimisiones o ceses incluidos.

Por eso no sólo da vergüenza sino asco comprobar como más de cuarenta años después del triunfo de la Transición, la recuperación de las libertades democráticas y la reconciliación, los populismos totalitarios de uno y otro signo se empeñan en enfangar la política, la sociedad y la convivencia para ocultar su falta de ideas, de proyecto, de soluciones y en disfrazar con demagogia, con efectismo y con mentiras que el único objetivo que persiguen es acabar con las instituciones y el Estado de Derecho para instaurar la tiranía del pensamiento único. Y la sociedad civil aletargada.