Si algo confirmaron los resultados electorales del 4-M en Madrid, aparte de la arrolladora victoria de Isabel Díaz Ayuso, fueron las dotes proféticas de Pablo Iglesias. “Madrid va a dar una lección a los corruptos, a los mentirosos y a los violentos” dijo el candidato podemita tras depositar su voto en la mañana. Y efectivamente los madrileños democráticamente con sus votos dieron una lección a los corruptos, a los mentirosos y a los violentos”, tan grande y contundente que Podemos queda huérfano y en caída libre y el PSOE relegado a tercera fuerza política en la comunidad, como en Galicia y el País Vasco, y con el peor resultado de su historia.

Pero no sólo fue Pablo Iglesias el que elevó la campaña madrileña a ser digna de figurar en el Nuevo Testamento junto a las páginas de Elías, Eliseo, Jonás y los demás. Porque también fueron proféticas las palabras de Isabel Díaz Ayuso cuando dijo que había conseguido sacar a Pablo Iglesias del Gobierno y con las urnas le iba a sacar de la política. Y ahí está la renuncia del ya ex líder de los morados que nos largó una cursi y farragosa perorata de más de diez minutos para anunciarnos que se va, y demostrando que ni práctica y probablemente ni conoce la acertada máxima de Boscán, esa de que los bueno si breve…

Y proféticas fueron también las encuestas anunciando el aplastante triunfo de la presidenta Ayuso. Todas menos claro está, del CIS de ese sectario, farsante y manipulador Tezanos a quienes la realidad de los resultados dejó otras vez en el más espantoso de los ridículos. Como asimismo lo fueron las palabras de Pedro Sánchez cuando dijo en el mitin de cierre de campaña que “no se trata de Madrid, se trata de la democracia”, y por eso los madrileños utilizaron la fuerza del voto para dejar noqueado y escondido en La Moncloa al presidente con menos votos y más intervencionista de la historia, el que internacionalmente ha sido señalado como el que peor ha gestionado la pandemia del COVID, el que ha sumido a España en la peor crisis económica de la historia reciente y al que ha intentado utilizar y someter a todas las instituciones democráticas, desde la Corona a la Justicia, pasando por el Parlamento, los medios de comunicación y el BOE.

Lo que han votado los madrileños este martes es el éxito de una gestión frente al catastrofismo guerracivilista. Un voto a favor de las políticas económicas liberales, de apoyo a la iniciativa privada y al emprendimiento, de bajada de impuestos, creación de empleo y de riqueza. Un voto de respaldo a la libertad social en educación, en sanidad, en comercio y a una presidenta y un gobierno que han sabido tratar a los ciudadanos como adultos, dándoles responsabilidad y libertad, en contraposición al tutelaje, las prohibiciones y el paternalismo dictatorial de la factoría Sanchez&Redondo desde La Moncloa.

Dicho esto, recordar que también pueden ser proféticas las excusas de mal perdedor del ministro Ávalos, el amigo y colaborador necesario de esa Delcy Rodríguez vicepresidenta del de dictadura venezolana, cuando dice que los resultados de Madrid no son extrapolables al resto de España. Porque cierto es que el éxito en Madrid ha sido consecuencia del liderazgo personal de Díaz Ayuso más que del PP. De una presidenta y su equipo que han conseguido aglutinar el voto de Ciudadanos como primer paso para la reunificación del centroderecha, además de concitar el apoyo del socialismo moderado. Algo que todavía debe conseguir Casado en el conjunto del país. Tiempo, mimbres y ejemplo tiene ahora para ello y para recuperar al Partido Popular como la gran plataforma electoral de las clases medias españolas. Madrid no es España, pero siempre ha sido el espejo en el que se ha mirado España, y sólo recordar que la mayoría absoluta de Mariano Rajoy en las generales de 2011 se cimentó tras la recuperación del poder territorial en las autonomías.