De Madrid al nuevo mapa político

05/05/2021

Luis Díez.

En política, lo que no suma, resta. Así lo ha entendido el dirigente de Podemos, Pablo Iglesias Turrión, tras un resultado completamente adverso para el centro-izquierda en las elecciones autonómicas madrileñas del 4 de mayo que le ha empujado a anunciar que deja la política. No faltarán insidiosos que le pidan que cierre al salir. Con Iglesias de cabeza de lista de UP a la Asamblea de Madrid perdió el Congreso a un tipo dialéctico, con ese pico de mirlo cantor que tanto fastidiaba a las derechas. No fue el único. También el portavoz de Ciudadanos, Edmundo Ball, dejó el Congreso para intentar salvar los muebles de su partido en Madrid. No lo ha conseguido, Cs se ha quedado en el 3,5% del voto, fuera de la Asamblea regional. Ball no abandona la política; la política le abandona a él. Su colega Toni Cantó ha enseñado el camino del PP a los restos de Cs por más que la presidenta del partido, Inés Arrimadas, se resista a reconocer su suerte.

El efecto más evidente del gran triunfo del PP de Isabel Díaz Ayuso, cuyos 65 escaños superan la suma de las izquierdas (24 Más Madrid, 24 PSOE y 10 Podemos) es que podrá seguir gobernando sin el apoyo de la ultraderecha, que ha obtenido 13 diputados, uno más de los que tenía. Con su resultado, Ayuso no se verá obligada a insuflar más oxígeno a sus compañeros ultras. Otra cosa es que se niegue a negociar medidas sociales con los grupos progresistas para aprobar los Presupuestos autonómicos (22.000 millones de euros). La gran cosecha madrileña del PP (1.620. 213 votos) permite al líder nacional, Pablo Casado, resarcir el fracaso en Cataluña y afianzarse como presidente del partido, ya sin las sombras de aquel Cs de Rivera ni del todavía competidor faccioso Abascal. Cierto es que Ayuso (y los que manejan sus hilos) ya presenta maneras y que Casado tiene el terreno marcado y no está libre de acechanzas.

La ganancia del PP se explica en parte por la afluencia de los votos útiles de Cs. Los naranjas tenían 26 escaños en la Asamblea y han pasado a cero, lo que permite asignarlos al PP, que tenía 30 y ahora no tiene 56, sino al revés: 65. La otra parte de la explicación del estupendo resultado de los conservadores viene dada por las dentelladas de votos al PSOE en su propio terreno, es decir, en los municipios de clase obrera y laboral y en los distritos considerados de izquierda, incluido Cuatro Caminos y el Puente de Vallecas. La pérdida del PSOE (de 37 a 24 diputados) se explica además porque una gran parte de su electorado ha preferido votar a la candidata de Más Madrid, Mónica García, quien ha igualado en escaños al PSOE y ha obtenido 614.660 votos, cuatro mil papeletas más que la candidatura encabezada por el profesor Ángel Gabilondo. Es el premio a la dura brega que llega al personal a través de los medios de comunicación, en contraste con la corrección y buenas maneras, que no “venden” ni se entienden, y además parecen “dolce far niente”.

La explicación simplista del secretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos, en el sentido de que “han sido unas elecciones innecesarias”, puede servir como ocurrencia coyuntural de la noche electoral para digerir la derrota, aunque debería contársela a los ganímedes del entorno de Pedro Sánchez que concertaron con los especímenes de Cs las mociones de censura en Murcia, Madrid y Castilla y León. En efecto, Ábalos, para ese viaje no hacían falta alforjas. La ventaja, si así puede considerarse para satisfacción de los barones que no querían a Iglesias ni en pintura, es la extinción del propio Iglesias, el dirigente político más odiado por las derechas (baleado por correspondencia) y menos apreciado por quienes en su día negaron el permiso a Sánchez para hablar siquiera con él.

Con la disolución de Cs (cuando llegue) y la más que evidente crisis de Podemos parece llegada la recomposición del mapa político español hacia el bipartidismo imperfecto. Ya veremos. Pero harían bien los dirigentes del PSOE en aplicarse el cuento mirando hacia abajo, hacia la gente y a su propio partido, para entender que la alternativa no se construye en los limbos filosóficos y la hegemonía se consigue en el tajo. La lección es clara: sigan el ejemplo de Mónica y verán como la perseverancia antepone las sílabas “hege” para ser la izquierda “hegemónica”.

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