Puzzle político

10/05/2021

Josep M. Orta.

El mapa político, tras las elecciones en Madrid, ha quedado muy confuso y todos los partidos han de resituarse. Por una parte la contundente victoria de Díaz Ayuso y su campaña que en algunos momentos se confundía con VOX le ha dado unos excelentes resultados personales. De alguna manera ha dicho adiós al espacio de centro derecha para ubicar al PP en una derecha radical. Personalmente ha obtenido un gran triunfo, pero deja en evidencia a su presidente Pablo Casado. Su jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, va camino en convertirse en hacedor de presidentes de gobierno y esto Casado lo sabe. Además su titubeante zigzagueo de que hoy soy de centro y mañana de derecha pura y dura confunde a su electorado, todo lo contrario que la nitidez en los planteamientos de la joya de la corona del partido.

El auge del populismo de Ayuso va en deterioro de VOX, y no sería descartable que si la dirigente madrileña juega bien las cartas los radicales extremistas sufran un serio retroceso.

No están mejor las cosas en la casa socialista. Pedro Sánchez nunca ha tenido la bendición de la vieja guardia y personajes históricos como Leguina o Redondo son tan críticos con su liderazgo como lo son los míticos González o Guerra (por no alargar más la lista). La federación madrileña es el eterno problema del PSOE que nunca lo han sabido resolver, y ahora además será interesante ver los apoyos que tiene Susana Díaz, su eterna rival, en el próximo congreso en Andalucía.

Además Sánchez ha perdido buena parte de los apoyos de las formaciones que le han llevado a la presidencia. Su frase “con Pablo Iglesias en el gobierno no podría dormir tranquilo” se ha hecho realidad, pero el problema es que tanto con Podemos como con el resto de partidos los socialistas han demostrado ser unos maestros en incumplir sus pactos. Ahora tiene que elegir o hacer una política de centro izquierda o derechizarse para tratar de ganar apoyos en los cuadros del partido y buscar los votantes del PP. La apuesta es que escogerá esta segunda opción.

En algún momento Podemos, con su entrada en el gobierno, temió que se diera el abrazo del oso. Pablo Iglesias lo ha evitado en buena medida y ha logrado frenar su lenta pero constante caída electoral. Del nuevo liderazgo determinará el futuro de la formación. O sea, tener un papel relevante recuperando el “sí se puede” o volver a la marginalidad que tenía Izquierda Unida.

El PNV es plato aparte. Los vascos, como el corcho, siempre flotan bien sea con gobiernos populares o socialistas. Es el único partido que parece poder dormir tranquilo.

Y vamos a Catalunya. Los catalanes juegan una liga aparte y el soñado 52% de las últimas elecciones ha servido para acentuar una guerra fratricida entre las dos principales fuerzas nacionalistas. Ya es significativo que las negociaciones para formar gobierno tengan como sedes la cárcel de Lladoners y el exilio de Waterloo. En cualquier democracia esta situación sería surrealista. Mientras la represión judicial y las cloacas del Estado se encarnizan con el movimiento independentista (un número significativo de diputados independentistas están pendientes de in habilitación, empezando por la presidenta del Parlament). Con este panorama el gobierno de coalición entre los partidos de Junqueras y Puigdemont se ha roto (al menos de momento) ante la satisfacción evidente de la vicepresidenta y portavoz del Gobierno Carmen Calvo.

Una vez más La Moncloa se equivoca en los análisis sobre la situación en Catalunya. El problema no es que los dirigentes de los partidos catalanes se peleen, lo que les debe preocupar es que hay más de dos millones de catalanes que votan la independencia y que según las encuestas el 80% se muestra partidaria de un referéndum, al margen de los dirigentes que tienen. Lo demás son batallitas para pasar el día a día y dar carnaza a los medios de comunicación y a las redes sociales.

En este contexto hasta la liga de fútbol se ha vuelto loca.

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