Ayuso y los otros

10/05/2021

Carmela Díaz.

Isabel Díaz-Ayuso no es una divinidad ni una heroína. Ni falta que le hace. Su apoteosis electoral se debe a que familias y trabajadores se han rebelado contra las majaderías que proponen los aspirantes a dictadores. El bofetón político que ha recibido Pedro Sánchez era una realidad palpable en los cenáculos y mentideros de la Villa. Si sus consejeros escuchasen más a los votantes y menos a hooligans y palmeros –actualmente la ideología solo cotiza cuando te pagan por ella-, habrían detectado que soplaban vientos de cambio. Pero están tan cegados por la soberbia que prefieren autoengañarse antes que asumir errores.

Ayuso no ha hecho milagros. Simplemente se empeñó con valentía en mantener ese complejo equilibrio entre acatar las medidas sanitarias y potenciar la economía, sin menospreciar la hostelería y la cultura. Ha creado empleo, construido hospitales en pandemia, dado un respiro a los ciudadanos y preservado las libertades individuales. También ha defendido a los madrileños de esa demonización arbitraria e inmerecida que algunos pretendieron imponer en la conciencia colectiva sobre la capital, pero que se volvió en su contra en forma de tsunami azul. Su actuación ha sido alabada casi por unanimidad, excepto por los fanáticos, pancarteros y subvencionados.

Los simpatizantes de izquierdas que han elegido Ayuso no solo ha tenido en cuenta la actuación de la presidenta regional durante la crisis; también hay muchos desencantados con Pedro Sánchez y su coqueteo con Bildu, separatistas y ultraizquierda. El votante socialista de toda la vida no es radical ni antisistema: es socialista. Y no reconoce a su formación en estas siglas mancilladas por un pseudo líder cegado por la vanidad y el narcisismo, alejado de la realidad de la calle. Incluso de la realidad de los suyos, puesto que desprecia sistemáticamente la inteligencia de su base electoral. Una de las claves de la victoria de Ayuso ha sido que nadie quiere a Pablo Iglesias en las instituciones tras su deplorable paso por el Gobierno de España. ¿De verdad Sánchez y su estratega de cabecera pensaban que mantener a su vera a semejante sujeto, lo más nocivo de la política patria desde la reinstauración de la democracia, no iba a tener consecuencias?

La gestión del COVID y el planteamiento de la campaña por parte del PSOE (y de esos socios infames, útiles en el corto pero letales en el medio plazo) han sido nefastos. Mientras que la presidenta protegía los derechos de autónomos, empresarios y asalariados, el presidente y sus acólitos gobernaban a golpe de imposiciones injustificables, restricciones asfixiantes y decisiones totalitarias que se han vuelto en su contra debido al hartazgo mayoritario. Todo lo que han exhibido es un populismo trasnochado alejado de las preocupaciones de los españoles y un autoritarismo que provoca rechazo general.

El aplastante triunfo de Ayuso se fundamenta en la adhesión de votantes que no son del PP. Pero los populares deben abstenerse de presumir y celebrar: demasiados han elegido a Ayuso con ilusión y convicción, pero no optarán por Pablo Casado en las elecciones nacionales. Tampoco por un PSOE vinculado a extremistas y a enemigos del orden constitucional. España necesita políticos templados, honrados y eficientes con los que la gente normal empatice y se identifique.

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