‘Trigo sucio’: Metástasis de una obsesión

14/05/2021

Luis Martínez del Amo. Juan Carlos Rubio y Pentación llevan a escena la nueva obra de Mamet en torno a la figura del productor que desencadenó el 'Me Too'.

Resulta desasosegante la forma en que David Mamet, el antaño constructor de bellos artefactos teatrales, maestro de dramaturgos y artífice de fieros combates dialécticos que escondían una acerada y oportuna crítica social ha acabado por resultar devorado por sus propias obsesiones y descuidando aquella labor de arquitecto teatral donde se mostrara tan eficaz.

Algo parecido ocurría ya en su anterior obra La culpa, un irregular drama que incurría en algún desmán a la hora de dosificar la información al espectador. Pero ahora, en su última producción, Trigo sucio, estrenada en 2019 en Londres, con John Malkovich al frente del reparto, y que ahora recala en Madrid, de la mano de Pentación, y bajo la batuta de Juan Carlos Rubio, en el cuarto mamet bajo su dirección, la cuestión es más grave. 

El reputado dramaturgo elige como centro de esta negrísima comedia la figura del productor cinematográfico Harvey Weinstein, cuya lascivia y acoso desencadenó una oleada de protestas global (Me Too) en contra del abuso de poder masculino. Un tótem que sirve a Mamet para encarnar todos lo males del capitalismo más sucio, lo que incluye la utilización de algunas reivindicaciones de la progresía, convertidas hoy en nueva caridad.

Con este mascarón de proa, de un barco que sin embargo carece de tripulación, la obra sirve al de Chicago para dar cobijo a algunos de sus temas predilectos, como la nueva dictadura de la corrección política y las nuevas formas de censura o manipulación, agazapadas en la lógica de los medios de comunicación.

Un puñado de temas, valientes y oportunos, como siempre, que sin embargo, esta vez no aciertan a encajar con gracia en el nuevo edificio teatral del maestro de dramaturgos.

Concebida en realidad como un monólogo, la obra apenas deja espacio para otra cosa que ese personaje tumoral, metástasis de las obsesiones de Mamet, que acaba tragándose cualquier atisbo de arquitectura, como un gigantesco agujero negro, oculto en el corpachón del monstruo. 

Con estas mimbres, ni siquiera el gran Malkovich logró el plácet crítico cuando la obra se presentó en Londres hace un par de años. Ni aquí Nancho Novo, con su valiente composición del sátiro, logra insuflar vida a la gigantesca criatura; acaso una misión imposible, aunque particularmente me relamo solo de pensar en el papel en manos de algún genio de la composición, como José Luis Alcobendas. 

Una desmesura y descompensación que convierte a la postre en irrelevante el buen oficio de Eva Isanta, a la espera siempre de la gran comedia que la catapulte en la escena teatral, como ya lo hizo la televisión; la víctima del acoso compuesta por Cándela Serrat, o el escasísimo papel de Fernando Ramallo

Interesante.

Trigo sucio, de David Mamet. 

Teatro Victoria de Madrid

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