Catalunya todavía

17/05/2021

Josep M. Orta.

Tras las últimas elecciones catalanas celebradas el 14 de febrero todo estaba claro. La formación de gobierno pasaba por una coalición de las fuerzas nacionalistas, que además celebraban haber superado la barrera del 50% de los votos. No sólo entonces el resultado final estaba claro si no incluso ahora, cuando se apuran los tiempos para configurar acuerdos y hasta se habla de repetir los comicios, el mapa político seguirá siendo el mismo, escaño arriba escaño abajo. Variaciones habrían, los socialistas posiblemente obtendrían una pírrica victoria, Ciudadanos seguirá en caída libre, el PP se recuperaría en detrimento de VOX, Podemos seguiría igual y las fuerzas nacionalistas seguirían con su holgada mayoría parlamentaria.

Pasados tres meses de aquellos comicios todo sigue igual de claro. Los mismos vetos (ERC con los socialistas, Podemos con Junts per Cat), el mismo cordón sanitario con VOX y los discursos de las fuerzas nacionalistas instando a llegar a unos acuerdo que tardan en llegar.

Aparte del surrealismo que representa que las negociaciones se celebren bien en una prisión o telemáticamente en el exilio (y aún hay quien se resiste en reconocer que en España hay presos y exiliados políticos), la situación tiene un cierto paralelismo con la que vivió Pedro Sánchez ante la negativa de Ciudadanos a entrar en el Gobierno y la resistencia del actual presidente de gobernar con un Podemos por que no podría dormir. La convocatoria de nuevas elecciones forzó lo que reclamaban las bases socialistas Un gobierno de coalición entre las fuerzas que en campaña reclamaban políticas de izquierdas.

No soy adivino pero estoy convencido que en el último momento (ya pasó una vez) incluso cuando las manecillas del reloj se acerquen a la hora de la disolución automática del Parlament, Pere Aragonés logrará de una u otra manera la investidura. Otra cosa es que la formación del nuevo gobierno sea automática por que las matemáticas constatan que con 33 diputados no se puede gobernar en solitario y el sentido común (normalmente poco útil en política) apunta que más pronto que tarde los enfrentados partidos nacionalistas tendrán que continuar sus batallas en la mesa del futuro gobierno, como ya ha pasado en los últimos años y esta debilidad, de buen seguro, lo aprovecharán los jueces para seguir inhabilitando a no pocos diputados, empezando por la presidenta de la Cámara, si no al tiempo.

En definitiva, toda este periodo de negociaciones, disputas, enfrentamientos es difícil de interpretar como no sea una tomadura de pelo a los ciudadanos que los han votado. Si con un pacto de última hora o con nuevas elecciones se sabe que no tienen más remedio que ponerse de acuerdo, podían ahorrarse este espectáculo que suena a tomadura de pelo.

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