Tocados por el descalabro sufrido en las elecciones madrileñas, presionados por el cambio de ciclo que anuncian las encuestas que coinciden -el CIS no cuenta- en el sorpasso del Partido Popular, y alarmados por el aumento en número y peso político de las voces críticas contra la gestión del gobierno y la dependencia de los Frankestein, lo que les faltaba a Pedro Sánchez y al Gobierno era un conflicto internacional con un país, Marruecos, con el que existen contenciosos tan importantes como antiguos que, en opinión de destacados diplomáticos “puede tener consecuencias políticas y económicas bilaterales impredecibles” y que aprovecha siempre las situaciones de debilidad de los gobiernos de Madrid para iniciar sus ofensivas, en esta ocasión una invasión en toda regla, similar a la que ocurriera con la Marcha Verde en 1975.
“Las relaciones están casi rotas”, afirma un exrepresentante económico de España en Rabat, y la señora González Laya no parece interesarse enterarse del asunto. El ingreso en un centro hospitalario de La Rioja del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali afectado por el Covid, calificado por el gobierno marroquí de “provocación” y “acto inaceptable” en un comunicado amenazante, ha sido la gota que puede hacer rebosar el vaso de la tensión.
Ghali está acusado por Marruecos de detención ilegal y de torturas, tiene una causa abierta en España por genocidio, y el Ejecutivo del reino alauí considera la actitud de España como una “opción voluntaria y premeditada. Recordar aquí también que Pedro Sánchez ha sido el único presidente de gobierno español que no realizó su primer viaje oficial a Marruecos, lo que se interpretó como una ofensa. Que el entonces vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, abrazó públicamente la causa del Frente Polisario, y que la Reunión de Alto Nivel entre España y Marruecos convocada para finales de diciembre de 2020 se suspendió y sigue sin fecha. Además de que Rabat tiene también el control migratorio con el resultado de que el año pasado la llegada de migrantes a Canarias aumentó un 758 por ciento respecto a 2019 y se venía anunciado una nueva oleada de pateras.
La decisión del expresidente norteamericano Donald Trump de reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, que Joe Biden no parece vaya a revertir, ha consolidado la posición de liderazgo del país en la región del norte de África a nivel diplomático y militar. Hasta la fecha 15 país africanos han abierto ya consulado en la localidad saharaui de Dajla mientras que el plan de rearme emprendido por Rabat por valor de 22.000 millones de dólares con apoyo de Estados Unidos, Israel y Arabía Saudí le ha permitido reforzar su capacidad aérea y antiaérea lo que supone una amenaza para la integridad territorial de España, como denuncian Guillem Colom, Guillermo Pulido y Mario Guillamó en su informe “Marruecos, el Estrecho de Gibraltar y la amenaza militar sobre España”.
Y esto ocurren en unos momentos en los que la España de Pedro Sánchez, ha perdido toda su capacidad de influencia y no cuenta en el escenario internacional donde no se fían de un gobierno socialpopulista, como demuestra el tibio apoyo recibido por parte de la UE y de nuestros socios europeos, mientras que Marruecos es un socio imprescindible para EE UU en la crisis actual de Oriente Medio y en la lucha contra la amenaza yihadista.
El proyecto nunca abandonado de Rabat de delimitar unos nuevos espacios marítimos choca de pleno con los intereses de España, y como afirman los autores de ese informe produciría un «solapamiento de aguas con las Islas Canarias y la reclamación mutua de una ampliación de la plataforma continental hasta las 350 millas náuticas. Y no debemos olvidar que el reino alauita sigue teniendo en su agenda la aspiración del “Gran Marruecos”, que implica la anexión de Ceuta y Melilla.
Y a los intereses geopolíticos y estratégicos se añaden también las implicaciones económicas. España es el primer proveedor y el primer cliente de Marruecos. Es, además, nuestro primer socio comercial en África. En el año 2020, el 47,3 por ciento de las exportaciones españolas a África tuvieron como destino el vecino del sur. Y España es también el tercer inversor en Marruecos donde actualmente hay 652 empresas españolas con al menos un 10 por ciento del capital de sociedades de derecho marroquí y 513 empresas de derecho marroquí que son filiales de empresas españolas propietarias de más del 50 por ciento de su capital.
Cierto es que la culpa de la invasión de Ceuta no es de Sánchez ni de su gobierno, es de Marruecos. Pero la culpa de la incompetencia y la ceguera de nuestra ministra de Asuntos Exteriores, la responsabilidad del deterioro de nuestra acción diplomática, de no haber escuchado al Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y de haber caído en la irrelevancia internacional si es de Sánchez y de su gobierno. Y sigue.
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