Sucia, la nueva obra de Bella Batalla — la productora especializada en nuevos formatos teatrales— en coproducción con el Teatro de la Abadía, llega a la cartelera para indagar en el germen de la violencia de género, y, en particular, para buscar respuestas, mediante la representación de un caso real de abuso sexual, escenificado por su propia víctima y protagonista, Bàrbara Mestanza, a preguntas tan esenciales que conciernen, tanto a las propias agredidas, como a la sociedad en su conjunto.

Collage de géneros, la obra arranca con un despliegue de vídeo y música discotequera, que irá pautando la aparición de los dos únicos intérpretes de este drama, Nacho Aldeguer y Bàrbara Mestanza, que alternan su presencia con la reproducción en vídeo de diversas entrevistas a diferentes expertos en el asunto de la violencia sexual, proyectadas sobre el foro y los laterales del escenario casi desnudo.

La obra, en esencia un largo monólogo, aunque pautado por estos vídeos y por algunas breves escenas, paródicas muchas de ellas, con referencia al mundo televisivo, recurre además a las diversas tentativas ensayadas por la protagonista para tratar de superar el trauma que le dejó un caso de abusos.

Un rompecabezas de voces y formatos al que, tanto el texto, como la puesta en escena, aciertan a dotar de coherencia; si bien, en relación al libreto, se eche en falta cierta profundidad en relación a algunas de las materias del amplísimo y muy complejo muestrario de asuntos que se abordan por parte de la también autora de obras como Mafia, Pocahontas o La mujer más fea del mundo.

Con todo, la brillante energía de la que hace gala el espectáculo, así como la sinceridad a la pregunta esencial —‘¿Por qué no hice nada?’; sin duda lo mejor de la obra, en mi opinión — conducen el espectáculo, bien iluminado por lo demás, y con una producción apreciable, tanto en relación con su vestuario, como con su atrezzo y otros elementos de la representación, conducen al espectáculo a un lugar muy grato, a pesar de la incomodidad del asunto, que no rehúye, y que se remata además con un final, extraído de los datos de una encuesta anónima realizada al público asistente, cuyos resultados ponen los pelos de punta, y subrayan la verdadera dimensión del problema de los abusos y por extensión la pertinencia, a pesar de los avances, de la lucha feminista.

Recomendable.

Teatro de la Abadía.

Madrid.