Ya hemos visto lo que ha tardado Pedro Sánchez en responder a la propuesta de destacados dirigentes del PSOE de someter la decisión de indultar a los golpistas catalanes del 1-O. Ni 24 horas pasaron para que les recordara que la decisión de indultar es competencia del Gobierno y que, faltaría más, en Moncloa y en el partido se hace lo que se le antoja a su sancha voluntad, previa consulta con el colega barranquista Iván Redondo.
Una demostración más de cesarismo dictatorial, ante la que los piantes barones harán exactamente lo mismo que ya hicieron cuando el caudillo monclovita decidió unir sus destinos a Pablo Iglesias y Podemos. Como ahora con los indultos, Sánchez ni consultó a la Ejecutiva, en teoría el máximo órgano de dirección del partido, «que Sánchez ha convertido en un ente sumiso e inoperante», ni tampoco a los barones regionales hoy, como entonces, siguen en el secreto de lo que se está negociando con ERC, bajo qué condiciones y a qué precio. Todos salvo Miquel Iceta, porque «en este asunto como en casi todo, el PSC manda y el PSOE obedece».
Una decisión esta de indultar que, el ex presidente del Gobierno, Felipe González ha sido rotundo al afirmar que “en estas condiciones no lo haría” y que, como ha señalado acertadamente el que fuera su vicepresidente, Alfonso Guerra, “políticamente es completamente indeseable y jurídicamente es ilegal” porque no hay arrepentimiento ni tampoco interés general que lo justifique. Al contrario. Por mucho que quieran disfrazarlo de naturalidad y de normalidad democrática, el único objetivo de esos pretendidos indultos no es otro que la supervivencia de Pedro Sánchez y su gobierno.
Decía Emiliano García-Page en diciembre de 2019 que no quería vaselina para Reyes. Pues falta le va a hacer. A él y al resto de los barones del PSOE, que en privado critican y no paran al secretario general mientras que en público solo algunos se pronuncian para luego acatar sumisos, consentidores y sin intenciones de moverse. Que es sabido y constatado que Sánchez en lo único que comulga con Alfonso Guerra, a quién detesta como al resto de la «vieja guardia», es en eso de quién se mueva no sale en la foto, y ejemplos hay de que no le ha temblado el pulso a la hora de aplicarlo a rajatabla.
Por mucho que les espanten los indultos y lo que se temen viene después, porque detrás de los indultos vendrán la Mesa de Negociación con Junqueras de cuerpo presente, el referéndum pactado y las nuevas cesiones al PNV, ni García-Page, ni Lambán, ni Fernández Vara van a moverse y de Tximo Puig ni hablamos porque sabido es que habla por su amo. Y eso, a pesar de que son conscientes de que van a pagar los arrebatos de su jefe en los próximos comicios autonómicos.
Y como prueba sólo ver que, hasta el momento, ninguno de ellos ha liderado, firmado o apoyado ese escrito de militantes de hasta seis federaciones regionales del PSOE a la Comisión de Garantías en el que exigen a Pedro Sánchez que no se salte los Estatutos del partido y no impulse ni conceda los indultos a los condenados del Procés. Escrito que se amplía con la amenaza de llevar el caso a los tribunales de justicia en dos semanas si el Presidente del Gobierno y secretario general del partido socialista se mantiene en sus trece y la citada Comisión de Garantías no le obliga a lo contrario.
En este PSOE del sanchismo, la hora de los valientes ni está ni se la espera». «Se fue con Rubalcaba y con Javier Fernández, y entre lo que queda falta la materia prima. Callan como los corderos, pese a la pérdida de crédito político y de votos que van a tener que afrontar en sus comunidades respectivas». Pues eso, vaselina y para todos.
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