Brandt ilustra cómo «lo bello es el comienzo de lo terrible»

04/06/2021

Miguel Ángel Valero. "El fotógrafo debe descubrir lo que realmente le estimula visualmente", proclama Bill Brandt, a quien atrae "la insinuación de lo siniestro".

Nude London 1952

Evening in Kew Gardens, 1932

Lo bueno de contemplar en el mismo lugar (la Sala Recoletos de la Fundación Mapfre en Madrid) dos exposiciones tan diferentes como ‘Miró Poema’ y ‘Bill Brandt’ es que se puede aprovechar el diálogo entre las visiones de dos artistas. Y encontrar conexiones entre ellos a través de la poesía, con ese pensamiento de Rainer María Rilke en «Elegías de Duino»: «Lo bello es el comienzo de lo terrible que los humanos podemos soportar».

En el caso de Bill Brandt, un alemán de origen ruso, obsesionado por borrar sus orígenes hasta el punto de crearse una personalidad ficticia, se comprueba que el fotógrafo es un artista difícilmente clasificable. Hasta en su vida todo es original: se trató la tuberculosis mediante psicoanálisis con Wilhem Stekel.

También, que es un fotógrafo que proclama que «no me interesan las reglas ni la convenciones», que se nutre del surrealismo y de la «insinuación de lo siniestro», con juegos de elementos perturbadores, porque la finalidad de la fotografía es tratar de sacar a la luz lo que se oculta en las profundidades del subconsciente.

Llaman sobre todo la atención sus retratos, 400 en 40 años, buscando un escenario acorde con el personaje fotografiado, como se puede ver en el de Ezra Pound (1928), Graham Greene (1948), Picasso (1956) o un Alain Robbe-Grillet entrando por la puerta en 1965.

Singular es su serie de retratos de ojos de personas cuya mirada había transformado la forma de ver y de representar el mundo: Henry Moore, Georges Braque, Alberto Giacometti, Jean Dubufett o Antoni Tàpies, entre otros.

Son retratos de «modelos en su ambiente», en los que Brandt reconoce la influencia de la magistral «Ciudadano Kane» de Orson Welles

También se aprecia una «mirada sin prejuicios» para el paisaje, frente a «ideas preconcebidas» en las fotografías de obras arquitectónicas.

Y la evolución de una fotografía documental (los barrios pobres de Londres, las diferencias sociales en las casas, los refugios antiaéreos en los túneles del metro para huir de los bombardeos nazis) a otra poética: desnudos, retratos, paisajes.

Para Brandt, es «esencial que el fotógrafo haga sus propias copias y ampliaciones», porque «solo el fotógrafo sabe lo que quiere». Ese planteamiento genera un debate sobre el concepto de autenticidad, ya que el modo en el que el autor interpreta un mismo negativo va variando con el tiempo.

En la exposición puede verse cómo el tormentoso cielo de «Top Wilhens» (1945) se ha añadido a la fotografía después, en  el laboratorio. Y «En el Charlie Brown’s», en 1945 se ve el cartel de la Cruz Roja, y un año después, ha sido borrado.

Bill Brandt deja, en cualquier caso, una gran lección: «El fotógrafo debe descubrir lo que realmente le estimula visualmente, debe descubrir su propio mundo».

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