Un cuadro por pintar

17/10/2011

diarioabierto.es.

Le ayudaba a doblar la ropa con la delicadeza de mis manos serenas. A ella le temblaba el pulso, la voz y ese latido que anidaba dentro de su pecho. En la habitación había un silencio que se podía servir en una copa, porque era denso y escalofriaba. Doblaba sus camisas. Y ella miraba y lloraba sobre una de sus corbatas, con el nudo de ésta en la garganta. Y dolía.

Le quité la corbata de las manos muy despacio y traté de que se sentase en el borde de la cama. Ella se mordía los labios: los tenía agrietados y sangrientos. Cubrí una parte de su cara con mi mano, hasta colocar su mirada frente a la mía. Con esmero, sosteniendo su barbilla con mi dedo anular a la par que la elevaba: Mírame –le dije.

Pero ella no podía mirarme sin llorar. Sin buscar con la mirada, la corbata olvidada que yacía en la cama. Su cuerpo era como un chasquido. Un quejido constante. Se hacía pequeña, como si tratara de esconder la cabeza dentro de sus hombros hasta perderse.

Y yo la miré fijamente, a los ojos. Cogí la corbata y tomé sus dos manos. Junté la palma de sus manos y anudé la corbata en sus muñecas. Y le dije: trata de abrazarte a ti misma, así, atada. Y ella suspiró dentro de una leve sonrisa, muy diminuta, asombrada por lo que acababa de hacer. Venga –le volví a decir- trata de abrazarte.

Lo intentó. Primero se llevó la dos manos a un hombro, y luego a otro. Sin lograr abrazarse ni tan siquiera un poquito. Luego abrió un poco las palmas de las manos y pudo atraparse el cuello con ellas. Pero no podía hacer lo que yo le pedía: abrazarse.

¿Ves? No necesitas cadenas de acero. Ni esposas. Ni cuerdas. Una simple corbata de tela sirve para atarte y no poder quererte a ti misma. Esta corbata era él. Él te ataba, te hacía verte fea y fría. Él te insultaba y te volvía diminuta y culpable de todo. Él es esta corbata de tela, la misma que te impide poder abrazarte a ti misma, rodearte siquiera el cuerpo con tus propias manos: así (y me abrazo a mi misma cruzando mis brazos por mi pecho hasta tocar con la palma de mis manos la parte trasera de mis hombros). ¿Ves? yo si puedo abrazarme.

Le quité la corbata. Y le propuse que se abrazase ahora. Lo hizo. Y podía. Se abrazó a sí misma, mientras una sonrisa sincera se dibujaba en su cara. Y ahora. Lo mejor viene ahora. Y es que si yo te abrazo en este mismo momento, tú también podrás abrazarme a mí. Porque nada ni nadie te atará jamás las manos. Esta es la ventaja. Que ahora eres libre y eres tú misma y puedes ser todo lo que quieras para ti y para los demás.

Me explicó que le seguía queriendo, y que esperaba que él volviese. Y yo le respondí, que dos personas están juntas para amarse, cuidarse y ser felices. Y llevaban tiempo fallando en estas tres cosas.

La cogí de la mano y la llevé hasta el espejo. Ella buscó tímidamente su reflejo. Estaba pálida y con unas ojeras tremendas. ¿Quieres ser siempre la sombra de lo que fuiste?. Porque esa que ves ahí no eres tú, es una sombra. Le enseñé una foto de ella, en un momento feliz donde ella estaba preciosa y radiante. Mira, esta eras tú. Y ésa del espejo es tu sombra. Ella cogió la foto con sus manos y se emocionó mientras la miraba.

Nadie se podrá enamorar de tu sombra. Sin embargo, si ven a esta chica de la foto se enamorarán seguro. Yo me podría enamorar de ella, sin dudarlo. Pero jamás de una sombra. Porque las sombras son tristes y a veces muy grises y asustan. Pero la chica de la foto desprende luz.

Y ahora que ya nada te ata. Ahora que dispones de toda la vida, puedes dejar de ser sombra y volver a ser la de la foto. Con la sonrisa iluminada, y esos ojos llenos de ilusión. ¿Quieres?.

No me respondas que sí quieres. Solo tienes que intentarlo. No pienses en lo que has perdido por el camino. Mira el camino que te queda. Y que no lo caminas sola, porque a tu alrededor hay sonrisas de ángeles y estrellas que brillan y un sol que calienta. No hagas de tu vida un infierno, de sombras y de miedo.

Tu vida es valiosa y tu futuro es ahora como un lienzo sin pintar. Tienes dos opciones, dejar el lienzo vacío y blanco. O llenarlo de colores y de vida. O puedes dejar que los demás te ayuden a pintarlo o hacerlo tu sola, pincelada a pincelada. O con la mano de tu hijo. Con sus sonrisas, con sus primeros dientes, con la primera palabra que aprenda a leer, con su primer partido de futbol perdido. Puedes pintar ese cuadro con sus primeros dientes de leche. O con sus primeras buenas notas. O con esa primera herida que le sangrará y que tú con cariño curarás y taparas con una tirita. Puedes pintarlo o puedes no hacerlo. Tú eliges. Pero sin duda alguna te diré, que merece la pena intentarlo.

Y el amor, el amor viene y va. Y va y viene. Y el mundo es tan grande, y hay tanta gente… Seguro que existe una persona, tú ahora no la conoces, aún no ha buscado tu mano, ni susurrado nada muy cerca de tu oído y tu pelo. Pero seguro que existe una persona que pueda darte esa familia que mereces y anhelas.

Pero tal vez esa persona esté dentro de ese cuadro que es tu deber pintar. Así que ¿a que esperas?. Tienes que pintarlo. Pintarlo para ir destapando tu futuro y encontrando tu felicidad.

Dedicado a S. con cariño infinito.

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3 pensamientos en “Un cuadro por pintar

  1. Susana, sin palabras me quedo. La verdad que estos artículos son más que eso. Felicidades por tu manera de escribir.

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