Troleando la historia

01/07/2021

Luis Díez.

Del enorme éxito de la tonadillera Ayuso en Colón square, instigando al rey Felipe el preparado a no rubricar el decreto de indulto a los condenados del ‘proces’, hemos pasado al cante del máster Pablo Casado sobre el origen de la Guerra Civil española de 1936. Si alguien pensaba que se debió a la sublevación de unos jefes militares que revolvieron sus armas contra el pueblo y ahogaron en sangre el sistema democrático de la II República, resulta que no, que según el eximio intelectual de la gran derecha, aquello fue “un enfrentamiento entre quienes querían la democracia sin ley y quienes querían la ley sin democracia”. Tan brillante versión no se le había ocurrido a Ricardo de la Cierva ni al que asó la manteca.

Hasta ahora nadie había puesto en cuestión el carácter democrático de la II República, con una Constitución y unas leyes justas, sociales e igualitarias como no habían existido hasta entonces no sólo en España, sino tampoco en otros países europeos. Otra cosa es que los latinfundistas, las oligarquías, los monárquicos y clero hicieran todo lo posible para que no se aplicaran. Y en ese “todo” incluyeran desde el primer momento a los militares golpistas, caso del pretoriano navarro José Sanjurjo, quien ya se alzó en armas en agosto de 1932, y después, en 1936, de su tapado Emilio Mola, alias ‘el director’, en competición con Francisco Franco.

Pero ahora hemos entrado en una nueva fase, un nuevo impulso para justificar a los bellacos, en el que se advierte la presión de la ultraderecha sobre el hacendado de la Ciudad Ducal y presidente del PP. Cierto es que al citar a Manuel Azaña, el intelectual Casado deja entrever el influjo de los asesores de Aznar, o acaso del propio inquilino de La Moraleja. Al expresidente del Gobierno debe la bibliografía hispana el descubrimiento del último cuaderno del expresidente de la II República, aunque también el exministro del Interior con Felipe González, José Barrionuevo, dijo en sus memorias que él encontró un cuaderno y otros documentos de Azaña, aunque ocultó el hecho y al cesar de ministro envió aquel material a La Moncloa.

Si de Aznar se podía esperar cualquier cosa –lo mismo una cita de Azaña que una visita a Rafael Alberti en el Puerto de Santamaría haciéndose pasar por un poeta de Valladolid (Caballero Bonald dixit)–, de la última intervención de su discípulo Casado en el Congreso de los Diputados sólo ha salido (ocurrencias históricas aparte) una repetición de la cantinela ya conocida contra el jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, a cuenta de los indultos: “Dimita, disuelva las Cortes y convoque elecciones, sólo así, quizá, podrá indultarle la historia”.

Sánchez no es indultable porque no ha sido condenado (todavía). La única pena que le cabe (de momento) es el portazo del president catalán, Pere Aragonés, a la Conferencia de Presidentes Autonómicos, convocada a mediados de julio en Salamanca. Aun así, el líder socialista, que el sábado rendirá cuentas ante los barones en el Comité Federal del PSOE, confía en que “la concordia” vaya superando a la confrontación y no haya que ir al monte a apagar incendios atizados por otros.

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