Un gobierno sin pedigrí

14/07/2021

José María Triper.

Con la única excepción del ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, la característica que puede definir al conjunto de los nuevos ministros del gobierno de Pedro Sánchez es su total ausencia de pedigrí, que se define como el documento que acredita las relaciones genealógicas de un ser vivo en el contexto de determinar cómo una cierta característica o fenotipo se hereda o manifiesta.

Una falta de pedigrí político que ha sorprendido a la comunidad internacional y, sobre todo al mundo económico y financiero español donde se comenta que la debilidad de Sánchez queda plasmada en escasa relevancia política de los ministros entrantes.

El propio Sánchez no ha podido reconocer más méritos a sus nuevos ministros que lo de la juventud y el feminismo. Como si la preparación, la competencia y la capacidad de gestión fueran cosa del sexo y de la edad y no del conocimiento, el trabajo, el talante y el talento.

Un Gobierno en el que el ascenso de Nadia Calviño y la continuidad de todo el equipo económico -incluido Escrivá en la Seguridad Social- refleja que la primera prioridad será amarrar los Fondos Europeos, que se entregan por fascículos y bajo vigilancia, para impulsar una reactivación de la actividad, el crecimiento y el empleo que dé una vuelta a la fuerte caída de intención de voto y popularidad que ahora confirman todas las encuestas. En este punto las cancillerías europeas pueden quedar tranquilas, su recomendada Calviño ya es la número dos en el Consejo de Ministros, lo que apunta también a un freno en las aspiraciones de Yolanda Díaz sobre el salario mínimo y la derogación de la reforma laboral, que se quedará en poco más que la modificación de los modelos de contratación y, posiblemente, la ultraactividad o posibilidad de aplicación colectiva en los convenios.

Tanto la relación de los nombres entrantes como los de los salientes y el momento elegido para anunciarlos vuelve a poner de manifiesto la pérdida de control de la agenda política de un jefe del gobierno sobrepasado por el nuevo aumento de los contagios por el COVID, el mayor de los países europeos, tras haber decretado por interés político y sin criterios sanitarios, el fin de las obligatoriedad de las mascarillas en la calle.

Un Gobierno hecho no para la recuperación de España sino, y como segunda prioridad, para intentar que el Presidente pueda mantenerse en La Moncloa hasta el final de la legislatura y para acabar con las voces críticas que aún se le resisten en el PSOE. De ahí la recuperación de Oscar López, que fuera secretario de Organización con Alfredo Pérez Rubalcaba, que se interpreta por algunos como un intento de volver a recuperar el PSOE constitucional, socialdemócrata y con sentido del Estado, olvidando que el sello de identidad del PSOE de Rubalcaba era la negativa tajante a pactar con Podemos y con los independentistas.

Todo lo contrario de lo que presagian los relevos ministeriales que vienen a confirmar el poder y libre albedrío de Unidos Podemos. Los podemitas son un reino de taifas dentro del gobierno. Sánchez no ha podido tocar a ninguno de los cinco ministros podemitas a pesar de la incompetencia y las descalificaciones que él mismo ha hecho de Irene Montero y de Garzón. Es rehén de Podemos, como también lo es de ERC, los puigdemones y los bildus, y sabe que una ruptura de la coalición supondría su adiós a La Moncloa y políticamente estaría muerto.

Tanto como determinadas voces del sanchismo auguran ya a Emiliano García-Page o Javier Lambán, dos de los barones que más han alzado la voz contra el sanchismo y que deberían poner sus barbas a remojar tras los nombramientos de la alcaldesa de Puertollano, Isabel Rodríguez, para el Ministerio de Política Territorial, y de Pilar Alegría, que deja la Delegación del Gobierno en Aragón para sustituir a Isabel Celaá en Educación.

Y de los cesados sólo decir que les cortan la cabeza por culpa de los desaguisados cometidos con los indultos a los golpistas catalanes, la fallidas mociones de censura en Murcia y Castilla y León, la debacle del 4-M en Madrid, las maletas de la número dos del dictador venezolano Nicolás Maduro, el enfrentamiento con Marruecos y la entrada de líder del Polisario en España. Decisiones todas ellas que los ahora descabezados ejecutaron cumpliendo las órdenes directas de su jefe.

Decía mi amigo y admirado Juan Berga en su último artículo que el César no ama a los perdedores. Pero la realidad es que este César sólo se ama a sí mismo y ha demostrado que es capaz de vender a sus amigos, al PSOE y a España para salvarse él y mantenerse en el poder.

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