Los enemigos de Sánchez

15/07/2021

Luis Díez.

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ha devuelto al redil parlamentario a dos notables a los que convirtió en su día en ministros con mucho poder y cesó por sorpresa el sábado 10 de julio. Si la exvicepresidenta primera Carmen Calvo y el exministro de Transportes y Agenda Urbana José Luis Ábalos retornan como diputados rasos al grupo socialista del que salieron ahorrarán al erario público la paga de cesantes (el 80% del salario gubernamental por dos años como máximo). A Calvo Poyato le faltan unos meses para la jubilación, de modo que es probable que se retire definitivamente. Ábalos Meco se puede contemplar, en cambio, como un hombre que se aleja de la política aunque no quiera.

En la pequeña historia de este país Calvo ha dejado dos notas: la consecución del Museo Picasso para Málaga y la ampliación del Museo del Prado al claustro de los Jerónimos, destrozado por las tropas de Napoleón tras la invasión de 1808. Ahora impulsaba la nueva ampliación de la pinacoteca al Salón de Reinos, que fue Museo del Ejército hasta 2005. En cambio, del que iba a ser Museo de los Borbones, proyectado en la época de Aznar, un pastiche de granito adherido al Palacio Real, nunca más se supo. Sólo se conoce el gasto inútil, asignado año tras año en el Presupuesto del Estado y que ya va por más de 150 millones de euros.

Si Calvo puede retirarse tranquila a mejor vida, su colega Ábalos es una incógnita. Él quería permanecer en el Ejecutivo. Según lenguas de doble filo, deseaba subir en el escalafón y convertirse en ministro de Asuntos Exteriores. Lógico. Las mismas lenguas dicen que en última instancia sugirió la cartera de Defensa. Pero Sánchez ya lo había sacado de sus planes, lo que le convirtió incluso en su tierra, Valencia, en el hombre que se aleja de la política. Su reacción de dejar la Secretaría de Organización del PSOE en plenos preparativos del 40º Congreso demuestra su enojo.

La remodelación del Ejecutivo ha sido muy celebrada en Ferraz por la salida del Rasputín de la Moncloa, como llamaban al estratega Iván Redondo. Tan influyente personaje, sustituido por el veterano Oscar López en la jefatura del gabinete del presidente, ha dado una curiosa nota de despedida (“saber marcharse a tiempo”), sembrando la duda de si Sánchez prescinde de él o él de Sánchez. Los intrigantes, simuladores y tramperos suelen actuar de esa manera. Pero, sobre todo, no dan puntada sin hilo.

Con perfiles menos políticos, los exministros de Justicia, Asuntos Exteriores y Educación carecen del peligro que Ábalos y, sobre todo, Redondo representan para el dirigente Sánchez. Su calidad como cadáveres exquisitos puede cotizar alto en el mercado cenagoso. Y en tal sentido vale recordar que el Rasputín de Sánchez estuvo al servicio del presidente extremeño del PP, aquel Monago Terraza que realizaba discursos ampuloso y visitaba mucho Canarias. Decía Albert Camus que el que traiciona una vez traiciona siempre.

Sin embargo, a Sáchez, no parecen importarle los cadáveres ni los armarios frigoríficos para guardarlos, habida cuenta de los poderosos enemigos que con sueldos superlativos (140.000 y más euros) ocupan altos cargos en instituciones judiciales y a las que consideramos juiciosas. La última resolución del Tribunal Constitucional, tachando de inconstitucional la declaración del “estado de alarma”, ratificado por el Parlamento, para frenar el contagio del coronavirus, combatir la pandemia y evitar más muertes, parece obra de descerebrados, los mismos majaderos que declararon legal el despido de los trabajadores enfermos y de baja por faltar al trabajo.

De antemano sabíamos que el presidente Sánchez es un tipo correoso que ha sobrevivido a mucha mala leche de los barones y la vieja guardia del PSOE, que ha demostrado acierto y constancia contra la pandemia del Covid-19 (desde luego más que Boris Johnson y Donald Trump, por ejemplo), que ha hecho valer sus argumentos sociales y económicos ante la UE y, entre otras cosas, que ha contribuido a pacificar la cuestión catalana. En nada, absolutamente en nada, ha tenido el apoyo de la derecha política, desbordada por la ultraderecha facciosa y xenófoba. Lo que no sabíamos es que determinados córvidos ejercieran de opositores políticos, colocándose incluso a favor de la pandemia. Si el principal escudo de Sánchez frente a esos y otros pajarracos seráficos y oscuros era hasta hace unas fechas Pablo Iglesias, ahora ha quedado desprotegido. No importa. Más grande y recta será su actuación.

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