Desarrollemos ciudades inteligentes para la transición, no para la transacción

19/07/2021

Fran J. Galera, de Somos Smart City. Construyamos ‘smart cities’ útiles para la ciudadanía.

El 15 de Julio de 2021 fue de esos días en los que la realidad te desgarra el estómago. El INE publicaba una de esas estadísticas que destrozan el alma, siempre que la tengas, claro está. Según la encuesta de condiciones de vida del INE, correspondiente al año 2020: “El porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social (tasa Arope) aumentó al 26,4%, desde el 25,3% de 2019. El 7,0% de la población se encontraba en situación de carencia material severa, frente al 4,7% del año anterior”. ¿Por qué destaco estos datos, si en este humilde artículo pretendo escribir sobre tecnología? La explicación es simple: los tecnólogos también tienen alma, o deberían tenerla.

Dedicándome por más de un cuarto de siglo a la tecnología, en cuatro continentes y más de 25 países —empecé allá en los tiempos del ZX Spectrum con 16 Kb de RAM de Sinclair— he visto de todo. Y, claro, en ocasiones me tocó lidiar con proyectos tecnológicos sin el foco adecuado, por expresarlo de una manera delicada o polite, como dicen los anglosajones.

Tras sobrepasar el medio siglo de vida, la experiencia y, sobre todo, las anteojeras de la conciencia te obligan a poner el foco en lo realmente importante. Por eso hoy día persigo proyectos que realmente supongan una “transición” y no una mera “transacción”. Porque, si se me permite, no estoy dispuesto a aceptar un cambio de tiempo verbal en la pregunta: ¿Qué hacemos para cambiar la situación? Porque se debe formular en presente, nunca en pasado.

Digamos que hablamos en presente de ciudades inteligentes, sí, de smart cities. Qué opináis, ¿hablamos de tecnología?, ¿o hablamos de como la tecnología podría estar al servicio de la sociedad? ¿Están las smart cities en España enfocadas a la sociedad y a los más necesitados, o son únicamente “transacciones” comerciales entre el sector tecnológico privado y las Administraciones públicas?. Siento reconocerlo, pero no tengo una respuesta definitiva a esas preguntas. Lo que sí tengo claro es dónde debería estar el foco.

En 2020, en pleno confinamiento por la pandemia, tuve la suerte de asistir a una charla del colectivo El Día Después; su lema lo dice todo: “Abordamos los desafíos que plantean los Objetivos de Desarrollo Sostenible a través de la inteligencia colectiva”. Me cautivó la visión de Rosa Jiménez. Ella hablaba de conceptos que deberían ser básicos para toda la ciudadanía —se convirtieron en retos para mí—, desde un punto de vista de la “ciudad inteligente”:

♦ El derecho al arraigo. Este va más allá del derecho a una vivienda digna, nos habla del derecho a tener un empleo digno pero que además también sea local y revierta en la comunidad de la que te sientes parte. Va también más allá de la vivienda y el empleo y nos habla de contar con los recursos comunitarios necesarios a nivel vecindario, suministros locales de recursos que forjan el vínculo social que se da asistiendo al centro de salud, o asistiendo a trabajar, o simplemente disfrutando las tardes con tu vecinos y vecinas.

♦ El derecho a la diversidad. Vivimos, cada vez más, en ciudades grandes y segregadas, no solamente en un sentido humano y por estrato de renta sino también en un sentido de actividades. Este derecho es la antítesis a la ciudad planificada por zonas, la zona empresarial, la zona comercial, la zona de ocio. Porque la planificación actual construye vecindarios más débiles con menos capacidad de afrontar situaciones como las que enfrentamos en la pandemia. Garantizar el derecho a la diversidad es combatir la segregación, combatirla con equidad para que todas las diversidades humanas estén representadas en el mismo territorio. Aquí la escala de la ciudad es la clave, diversificar las actividades del territorio a una escala adecuada a la vida humana.

♦ El derecho a la creatividad. Empoderar a la ciudadanía abriéndole los cauces necesarios para ejercer la creatividad en el ámbito local, donde una persona vive, trabaja, socializa, estudia, aprende, disfruta y se relaciona.

Ahora viene la pregunta, ¿existe esa ciudad inteligente que habilite a los ciudadanos a ejercer esos tres derechos? La respuesta es sí. Esa urbe provee a la ciudadanía de los servicios que necesita, eso sí, en su ámbito local, no de una forma segregada espacialmente por toda la ciudad. París ostenta el liderazgo con su Ciudad del Cuarto de Hora—concepto esbozado por la teórica del urbanismo y activista sociopolítica Jane Jacobs y posteriormente desarrollado por el colombiano Carlos Moreno)—, mientras que Barcelona, con su visión de las “súper manzanas”, es líder en España.

Ciudad inteligente, con enfoque social
Una smart city con foco social nos permitirá vivir, trabajar, abastecernos, acceder a la salud, la cultura, el aprendizaje… Y, cómo no, acceder al disfrute, a la diversión, en un espacio que podamos recorrer en 15 minutos a pie o en bicicleta. En definitiva, ese modelo de ciudad desarrollará y potenciará el ámbito social —respetuoso con el medio ambiente— por delante de otros intereses políticos o económicos.

Imagen: Angela Compagnone (obtenida en unsplash.com y modificada).

La tecnología es una gran aliada para llevar a cabo todo eso. Eso sí, como decía al principio, siempre que se enfoque hacia la “transición” y no hacía la “transacción”. Como sociedad supuestamente avanzada, no nos podemos permitir que la exclusión deje fuera al 25% de la población, menos aún que el 7% de la población sufra carencias severas diariamente.

Hay muchos ejemplos en el mundo a los que podemos mirar para aprender cómo combatir las lacras sociales que padecemos. Todo pasa por impulsar mayores cotas de democracia urbana. Porque si bien somos libres, en muchos casos no disponemos de las herramientas necesarias para poder ejercer nuestra libertad. Esa es la transición necesaria y no el tener una cobertura de fibra óptica del 90% en todo el país.

Estudiemos los cientos de ejemplos de living labs desplegados por Europa; son bancos de pruebas, de experimentación, donde los usuarios y los productores pueden cocrear innovaciones. Guiemos a los líderes políticos a desarrollar las ciudades con una visión urbana estratégica de largo plazo. Implementemos mecanismos de cogobierno urbano donde los ciudadanos sean el centro (city centric). Configuremos las políticas de datos abiertos (open data) en el ADN de los ayuntamientos. No aprobemos iniciativas que no incluyan un seguimiento por indicadores o KPI (key process indicators).

Nunca es tarde si la dicha es buena. Y las herramientas, tecnológicas o no, están ahí a nuestra disposición. Aquí es donde se necesitan líderes urbanos en todos los ámbitos. Cuando la clase política española lo entienda y acepte es cuando podrán decir que tenemos smart cities. El resto, puro marketing y tecnología por transacción, no para la transición.

 

Fran J. Galera dirige la consultora Somos Smart City,  firma que considera ciudades inteligentes a aquellas urbes en las que toda la ciudadanía tienen la capacidad de optimizar el crecimiento de los activos tangibles e intangibles, mejorar su calidad de vida, impulsar la productividad de los recursos y resolver problemas emergentes adaptándose a las demandas cambiantes.

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