Campaña de almuerzos por si acaso

18/10/2011

Luis Díez.

En estos días de divinas palabras –ya lo dijo Hillary Clinton parafraseando al ex gobernador de Nueva York, Mario Cuomo: “Se hace campaña en poesía, pero se gobierna en prosa”— se entretiene el cronista en admirar los catálogos de soluciones para todos los problemas. Es algo increíble: impuestos a los beneficios bancarios, empleo juvenil, apoyo a los emprendedores, autónomos y pymes, tres millones de puestos de trabajo, solución a los desahucios, fuentes de energía limpia, fin de las centrales nucleares en 2028, eurobonos, sanidad y educación pública, gratuita y de calidad, combate del fraude fiscal, normas contra la especulación del suelo…

El cronista, más paralizado que el Gobierno de Rodríguez Zapatero, que ni siquiera ha pagado las ayudas al pepino ni se atreve a dar un paso sin consultar con Mariano Rajoy, se ha sentado en Casa Manolo, al pie del Congreso, a ver si cae algo. Al poco entra Vicente Martínez Pujalte, otrora famoso ariete parlamentario del PP y diputado por Murcia. ¿Alguna novedad? Ninguna, contesta él. ¿A quién ves de ministro de Economía? Mueve la cabeza, duda, cita algunos nombres en circulación: Montoro, de Guindos (el de Lehman Brothers en España y Portugal), Bécquer“Estos días son los mejores”, añade.

He aquí un hombre optimista que todavía cree que con cinco millones de desempleados y la indignación contra las injusticias del capitalismo estallando en medio mundo quedan días buenos y mejores. ¿Cómo es eso? “Hombre, porque como vamos a ganar y gobernar, te encuentras más amigos que nunca y, no digo yo, pero algunos compañeros del partido no paran de recibir invitaciones para almorzar en restaurantes de postín”. ¿Cómo debo interpretar el fenómeno?, pregunta el cronista.

Hombre, yo lo interpreto de una sola manera: como nadie sabe quién va a ser ministro o alto cargo, son invitaciones por si acaso”. ¿Por si las moscas? “Exacto”, dice Pujalte antes de añadir: “Te sorprenderías de la amplitud del fenómeno; acabo de ver a uno… A mí, ya lo ves, no me invita nadie”, termina quejándose. Quiere decirse que Rajoy no cuenta con él. Pero ¿con quién cuenta Rajoy? Nadie lo sabe ni, conociendo al de Pontevedra, lo sabrá nadie hasta el 20 de diciembre, fecha del debate de investidura.

El cronista deseaba preguntar al diputado si podía ejercer su influencia ante el futuro colega Alberto Ruiz Gallardón para que restrinja el tráfico y alivie los pulmones de los madrileños, que estos días sufren una boina de contaminación mortal, pero se abstiene porque no puede sufragar los usos madibulares de la derecha y, por otra parte, dicen que Gallardón va a ser ministro y dejará la alcaldía madrileña, para la que fue reelegido hace seis meses, en manos de Ana Botella. Y que eso es un pacto cerrado entre Rajoy y el consorte de la futura alcaldesa, o sea, José María Aznar.

Junto a la verja del Congreso ha parado una furgoneta. Trae alfombras parlamentarias. Son 5.300 metros cuadrados. Su limpieza y tratamiento antiácaros sale por unos 120.000 euros al año. Así, cuando lleguen las nuevas señorías con el polvo de los caminos en las suelas, hallarán consuelo para los pies y olvidarán los sinsabores de las calles y de las caras que vieron en la campaña, esas que votan y, aunque nunca inviten a almorzar, son las que pagan el pato.

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