El origen de todas las grandes historias es clave para el desarrollo y el desenlace de las mismas. Los antecedentes del, posiblemente, mejor tequila del mundo en la actualidad, se remontan a más de doscientos mil años atrás, cuando la erupción del volcán de Tequila moldeó lo que muchos milenios después llegaría ser Volcán de mi Tierra. La ceniza que cubrió la zona de Valles permeó sus suelos con ricos minerales que solamente pueden encontrarse en ese lugar, lo que hace que los agaves que allí crecen tengan características únicas y muy particulares. Elaborado al 100% con agave azul, el líquido deriva de una mezcla precisa de las mejores plantas de esas dos regiones jaliscienses con climas distintos, Valles y Altos. Posteriormente, esta familia tequilera apuesta por un método de destilación único -combinando tradición e innovación- para cada agave. Dicho método de fabricación tan especial es uno de los sellos de identidad de la marca, dando lugar a un resultado final sofisticado, complejo y elegante.
Pero, ¿cuáles son las claves que consiguen la excelencia de este tequila? Además de la calidad de la materia prima, su método artesanal de elaboración y la destilaría propia ubicada en las faldas del mismo volcán, habría que añadir la perseverancia de su fundador –Juan Gallardo Thurlow– por alcanzar la perfección en su gran producto, a la par que homenajea el legado de sus antepasados y la herencia de su tierra. Gallardo -uno de los líderes empresariales con más influencia en la vida económica de México-, es optimista, cercano, inteligente y apasionado. Sabe lo que quiere, el modo de conseguirlo y cómo transmitirlo. Tiene una presencia que impone y una conversación que enriquece a cualquier interlocutor. Su personalidad fusiona decisión, corazón, liderazgo e ilusión. En 2017 creó el tequila Volcán de mi Tierra conjuntamente con Moët Hennesy. “Nosotros teníamos el conocimiento y ellos una red de distribución y ventas a nivel mundial. Aunque lo determinante para mí fue que ambos buscábamos lo mismo: la excelencia del producto. Me embarqué en este proyecto con el objetivo de crear el mejor tequila. Y firmamos el acuerdo en la servilleta de un restaurante. La palabra sigue siendo válida en los negocios cuando hay predisposición por ambas partes”.
Él se ha involucrado personalmente en la creación, producción, desarrollo, marketing y comunicación de Volcán de mi Tierra; lleva en la sangre el amor por el tequila, puesto que desvela que el primer maestro tequilero fue un antepasado suyo. Su familia, de origen español, adquirió la hacienda La Gavilana -situada en las fértiles llanuras de Jalisco- en 1766; allí cultivaban caña de azúcar y agave. A principios del siglo XX la hacienda se convirtió en la cuna de un tequila artesanal único. Pero en 1922 el gobierno del país azteca expropió sus tierras a los Gallardo. Muchas décadas más tarde, su descendiente tuvo la curiosidad de visitar aquellos muros que antaño pertenecieron a los suyos. Y aunque a principios del siglo pasado llegó a ser una esplendorosa hacienda, se presentó antes sus ojos con aspecto ruinoso. Pero él se enamoró del legado de sus ancestros. “Decidí recuperar de nuevo La Gavilana. La reconstruimos y rehabilitamos por completo hasta dejarla incluso mejor que en sus tiempos de esplendor. Fue ya en mi edad adulta cuando tuve la inquietud de retomar la tradición de producir tequila”. Porque conocer la cultura tequilera es amarla: el arraigo a una tierra única; las leyendas que atesora; los años que necesita el agave para alcanzar su madurez -hasta diez-; los hijuelos que la planta produce cada año; el manejo de la coa; la destreza de los jimadores que se transmite de padres a hijos; las haciendas familiares testigos del devenir de tantas historias y secretos…
En México y Estados Unidos Volcán de mi Tierra lleva ya tres años en el mercado y la respuesta del consumidor ha sido muy positiva. Ahora acaban de lanzarlo en España y en otros países de Europa. En nuestro país no existe todavía fervor por esta bebida, pero Juan Gallardo tiene muy claro cuál es su objetivo al respecto: “El tequila no debe ser una moda pasajera, una tendencia efímera; tiene que convertirse en un producto de consumo habitual como el champán, el whisky o el coñac”. “El tequila tiene que ser aprendido y, sobre todo, probado -prosigue-. Sabe diferente según el momento del día en el que se toma o el estado de ánimo de cada cual. Es tan diverso y complejo, que, aunque se siga idéntica metodología en el proceso de fabricación, los resultados pueden ser totalmente distintos. Y no hay ninguna bebida que atesore tantos matices: en el whisky de malta se perciben más de 300 aromas; en el tequila, más de 600”.
En España ya podemos disfrutar de su tequila blanco -mezcla de los mejores agaves de los dos terruños con aromas herbáceos-; reposado -con su característica tonalidad ambarina y un sabor suave y equilibrado-; y cristalino -filtrado con carbón-. “Pero en las barricas de nuestra destilería -advierte– ya está envejeciendo el que pronto se convertirá en el primer añejo de Volcán de mi Tierra. Y también llegará un extra añejo”. Estamos deseando probarlos.
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