Mientras nuestros deportistas se esfuerzan en Tokio por conquistar la ansiada medalla que les permita ascender al pódium de los Juegos Olímpicos, nuestro presidente del Gobierno no necesitaba competir para colgarse, por su sancha voluntad, medallas que ni ha trabajado ni le corresponden. Como la de las vacunas que, por cierto, las compra la Unión Europea y las gestionan e inoculan las comunidades autónomas que son quienes ponen los recursos y la logística, sin intervención alguna de un gobierno central.

Afortunadamente, porque donde si tiene medalla Pedro Sánchez es en el pódium de países con mayor exceso de mortalidad asociada a la pandemia. Un 68,5 por ciento más de muertes en la primera ola, que sitúan a España solo por detrás de EE UU y del Reino Unido, como muestra el informe realizado por el Consorcio de Mortalidad Covid-19 (C-Mor) en el que participan 33 instituciones y en que España está representada por la Universidad de Oviedo. Pero esa medalla se le olvidó al Presidente en su balance.

Pero no es la única. En la competición de deuda pública, la España de Pedro Sánchez se confirma también como medalla de bronce al ser el tercer país de la Unión Europea, el primero entre las grandes potencias, que más ha elevado su nivel de deuda con motivo de la respuesta al Covid-19. Los últimos datos de Eurostat muestran como entre el primer trimestre del pasado año y los primeros tres meses de 2021 nuestro país ha aumentado un 26,2 por ciento su nivel de deuda pública hasta el 125 por ciento del PIB, superado únicamente por Chipre y Grecia con 29,5 y 28,6 puntos porcentuales más, respectivamente.

Y donde España es medalla de oro indiscutible es en desempleo. De hecho, España lideró de nuevo en junio tanto la tasa de paro general como en la tasa de paro juvenil en la Eurozona y en toda la Unión Europea, contabilizando 3,509 millones de parados, lo que supone una tasa del 15,1 por ciento, el mayor porcentaje, junto a Grecia, entre los países de la Eurozona y la media de la UE, mientras que el desempleo juvenil alcanza el 37,1 por ciento, más del doble que la media de la Eurozona. Datos escalofriantes que sólo alivian, pero no remedian la mejoría de julio y de la EPA si comprobamos que seguimos con niveles de empleo muy inferiores a los de 2019, antes de la pandemia. En el segundo trimestre de 2020 la caída del empleo fue de 1.074.000, y en este ha crecido en 464.900, es decir que tenemos 609.100 puestos de trabajo menos.

Y si hablamos de déficit público España saltó del 2,8 al 11,9 por ciento durante el pasado año, llegando a alcanzar un 19,6 en el segundo trimestre. Y aunque el desequilibrio presupuestario se redujo hasta el 8,2 por ciento del PIB al cierre del primer trimestre de este año, seguimos registrando la cuarta mayor marca de la zona euro y la séptima en el conjunto de la UE. Superan el agujero fiscal español Malta con un 9,8 por ciento, Francia con el 9,3 por ciento, República Checa con un 8,8 por ciento, además de Hungría y Rumanía con el 8,5 y 8,3 por ciento, respectivamente.

Una posición de diploma olímpico pero que, si nos atenemos a las previsiones del Fondo Monetario Internacional, volveremos de nuevo a lo más alto del pódium al final de este ejercicio de 2021 que cerraremos con un desequilibrio en nuestras cuentas públicas equivalente al 9 por ciento del PIB, superando a Grecia e Italia, países que nos acompañarán en el reparto de las medallas, con desfases presupuestarios por encima del 8,5 por ciento de su producto interior bruto.

Con este palmarés decir, como ha dicho el Presidente Del Gobierno que “hemos pasado de la España de la resistencia a la España de la recuperación” sólo puede calificarse, y siendo benevolentes, de propaganda y de imprudencia. Palabras estas de Pedro Sánchez que, por cierto, recuerdan mucho a las que pronunciara a principios del pasado verano cuando anunciaba que habíamos vencido al COVID y ya vimos lo que pasó después.