Felipe González escéptico ante los resultados de la próxima cumbre europea

20/10/2011

Salvador Arancibia. “Europa está haciendo muy poco y muy tarde”. Con esta frase, prestada de un líder socialdemócrata australiano, ha resumido Felipe González su opinión sobre lo que ocurre en la Unión Europea y ha expresado sus dudas acerca de que la próxima cumbre ponga las vías de solución a los problemas económicos de la zona.

El ex presidente del Gobierno, y europeísta convencido, ha arreciado sus críticas a los responsables políticos europeos por su estrechez de miras señalando por una parte la “arrogancia” de Francia y Alemania que se creen con el derecho a decidir cuál es el futuro de la Unión cuando los tratados no les confieren esa autoridad, y por otra que la solidaridad entre los países “va en los dos sentidos” y no en uno solo como algunas naciones piensan.

González ha recordado que el papel de Alemania y Francia en la construcción europea es esencial y ha aceptado que la mitad del presupuesto de la Unión lo ponen los dos países y que por eso el acuerdo de ambos es necesario para impulsar cualquier camino. Pero, añadió, no  es suficiente. Se necesita el acuerdo de los demás países para llevarlo a cabo. Y en ese sentido dio la razón a Emilio Botín cuando éste se mostraba en desacuerdo con recapitalizar a todos los bancos porque, en opinión del ex presidente, esta medida lo que esconde son las dificultades de algunos bancos (franceses y alemanes) para hacer frente a sus problemas con la deuda griega que los quieren envolver en unos problemas imaginarios de todos los bancos.

Para González es necesario que los máximos responsables de los gobiernos de la UE empiecen a oponerse a las propuestas franco alemanas cuando no les parezcan convenientes y que no se limiten a decir amén a todas sus iniciativas.

En paralelo, señaló González, es necesario que entendamos todos que la solidaridad entre países, la que hace que unos ayuden a otros, circula en los dos sentidos y que los que reciben la solidaridad de otros deben cumplir los compromisos y adecuarse a las mayorías. Puso un ejemplo: no es posible que Irlanda pida ayuda a la UE para rescatar a sus bancos y a su economía y que al tiempo quiera seguir manteniendo un impuesto de sociedades del 12% cuando el resto de la Unión recauda un 27% por este impuesto con el que proporciona la ayuda a Irlanda.

El ex presidente reiteró las tesis socialdemócratas que se abren camino en esta corriente política de que es necesario caminar hacia más Europa afianzando una unión económica y fiscal más fuerte y uniforme, aunque dudó que en la cumbre del fin de semana se vayan a dar pasos adelante en la solución de fondo de los problemas especialmente graves que hay ahora. Fue muy gráfico: la cuestión de Grecia y de la deuda soberana se van a tratar en la cena del domingo, después de varios días de reuniones de las que hablaran de otras cuestiones.

La obsesión por el problema de la deuda soberana no permite tomar medidas para relanzar el crecimiento económico” que es la única manera de lograr que aquella deje de ser un problema, señaló el ex presidente para quien hay que decir claramente que Grecia no puede pagar un 10% de interés por su deuda al tiempo que se le pide que acepte una reducción del 5% de su PIB anual durante los próximos cinco años. “El problema”, dijo, “es que dentro de cinco años en esas condiciones aún podrá pagar menos que ahora”.

González propuso que junto  las necesarias medidas de ajuste fiscal para ir reduciendo los déficits de los países de forma gradual se acepte poner en marcha medidas que impulsen el crecimiento y el aumento de la competitividad de forma que las economías vuelvan a crecer de forma sostenible en el tiempo. Pero señaló que no se puede fijar todo el énfasis en la reducción de los costes laborales por dos razones: porque una reducción salarial lleva aparejada una reducción del consumo, y eso perjudica a todos a (Alemania la primera, pero también a los países emergentes que ven reducidos sus mercados de exportaciones); y en segundo lugar porque en “ningún caso vamos a llegar a tener salarios asiáticos” por lo que no se va a poder competir nunca por costes laborales unitarios.

El ex presidente afirmó que había que poner en marcha los eurobonos con carácter inmediato para reducir la carga de la deuda pública y que ello liberara recursos para inversiones productivas, pero puso condiciones para que ello no impidiera que los países hicieran los deberes que debían. La condición señalada por él es que se establezca un límite de esos eurobonos por países y el límite sería el equivalente al 60% del PIB de cada país.

Para pertenecer a la Unión Monetaria se estableció que la deuda de los países no podía superar el 60% de su PIB. Este sería el límite que podría financiarse con eurobonos; el resto de deuda pública estaría sometida a precios de mercado de cada país, es decir a la salud financiera de que cada uno de ellos. Lo lógico sería que cuanta más deuda más altos tendrían que ser los precios a pagar y por tanto más interés tendrían los países en acercarse al 60% para conseguir el precio más barato para su deuda.

González señaló que no le gustan las medidas propuestas por la patronal CEOE, “empezaron pidiendo un despido de 20 días; ahora han bajado a 12 y espero que se paren aquí y que no acabe resultando que el trabajador tenga que pagar por ser despedido”, dijo en broma para, ya en serio, mostrarse partidario de ligar salarios a la productividad, al menos una parte de ellos, y pedir que las empresas inviertan verdaderamente en innovación “porque esa será la forma de poder aumentar y mantener la competitividad de los productos españoles.

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