Cambiar para que nada cambie

11/08/2021

José María Triper.

Cambiar para que nada cambie. Esta paradoja expuesta por Giusseppe Tomasi di Lampedusa puede aplicarse hoy a la remodelación del Gobierno de Pedro Sánchez que, cuando se cumple un mes del cambio, ni ha mejorado la gestión, ni ha apaciguado las discordias y enfrentamientos internos en el gabinete y, ni siquiera, ha dado la vuelta a las encuestas, el primer fundamento del relevo, que siguen reflejando que el PSOE ha entrado en pérdidas y la mayoría absoluta del centroderecha si hoy se celebraran elecciones generales, y también en Andalucía.

Y nada ha cambiado porque el problema de este Gobierno no es sólo de nombres y personas, que también, sino de carencia de proyecto y de programa, de ausencia de capacidad de diálogo y talante, de asociarse con los enemigos de España y de la Constitución y, sobre todo de su falta de capacidad, de preparación y de credibilidad.

Ni en España, ni en Europa ni en Estados Unidos, y tampoco las instituciones económicas y financieras internacionales se fían de un presidente que dice una cosa y la contraria, cuya palabra ha demostrado que carece de valor y ha plagiado su tesis doctoral y su currículum, algo que aquí se transige pero que repudia y se desdeña en todas las grandes potencias del mundo occidental. Como recelan también de un Gabinete en el que hay ministros bolivarianos confesos y cuyos miembros se contradicen y desmienten un día sí y otro también.

Un gobierno que tiene en su haber la peor gestión de la pandemia del COVID en el mundo desarrollado, como refleja el informe del Consorcio de Mortalidad Covid-19 (en el que participan 33 instituciones internacionales), que sitúan a España en el pódium de países con mayor exceso de mortalidad asociada a la pandemia. Un 68,5 por ciento más de muertes en la primera ola, solo por detrás de EE UU y del Reino Unido. Que es también líder en contagios y en hospitalizaciones, como muestra el último informe del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC) en que la España de Sánchez aparece como el segundo país de Europa con más incidencia acumulada de contagios, 720,71 hasta el 1 de agosto, sólo por detrás de Chipre. Mientras que la Universidad de Oxford nos colgaba la medalla de oro indiscutible en porcentaje de pacientes ingresados en UCI, con 25,6 personas por cada millón de habitantes hasta el 21 de julio.

Y un Gobierno que lidera también el hundimiento de la economía entre los países industrializados al ser el tercer país de la Unión Europea que más ha elevado su nivel de deuda con motivo de la respuesta al Covid-19, hasta el 125 por ciento del PIB, superado únicamente por Chipre y Grecia. Que acumula también la mayor tasa de paro en la zona euro y en la UE, contabilizando 3,509 millones de parados hasta junio, lo que supone una tasa del 15,1 por ciento, el mayor porcentaje, junto a Grecia , que cerrará el año 2021 como un déficit público del 9 por ciento, en previsiones del Fondo Monetario Internacional, por encima del resto de nuestros socios europeos y que está demostrando su incapacidad y su apocamiento para abordar la subida en el precio de la electricidad.

Un gobierno y un presidente que no asume, por que no ha entendido, el descalabro sufrido en las elecciones autonómicas de Madrid el pasado 4-M y en lugar de hacer acto de contrición y propósito de enmienda se dedica a denostar a los madrileños y su forma de vida, a intentar cercenar su libertad, a fomentar la madrileñofobia y a castigarles por su éxito económico que les coloca a la cabeza de España en PIB, PIB y creación de empresas, con menos déficit, menos desempleo, y menos inflación que Cataluña, con impuestos más bajos. Y también con menos deuda pública, sólo el 16, 5 por ciento de su PIB, frente al 38 por ciento de Cataluña o el 49,4 por ciento de la Comunidad Valenciana, precisamente las dos comunidades que quieren subir los impuestos en Madrid para esconder su incompetencia.

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