Todos somos electores alemanes

11/08/2021

Hernando F. Calleja.

Aunque a alguno le resulta paradójico o exagerado, afirmo que las primeras elecciones que tenemos por delante los españoles son el 26 de septiembre próximo. No, la canícula no me ha vuelto loco, al menos no del todo. Es que en una fecha tan cercana, los ciudadanos alemanes acuden a las urnas para elegir a sus diputados y ese acontecimiento tendrá una influencia determinante en la vida de los españoles. Así que hay que prepararse para lo que venga, que está por decidir y bastante embrollado.

En este minuto, las encuestas dan como ganadora a la coalición CDU/CSU, para entendernos, los mismos desde hace un montón de años, pero con una mayoría tan insuficiente que no le bastaría un acuerdo con liberales o verdes para mantenerse en el Gobierno, tendrían que entrar estas tres fuerzas, para poder tener un canciller democristiano. Por su parte, los socialdemócratas (que ahora comparten Gobierno con Merkel) están 8 puntos por debajo de sus actuales socios. Por supuesto, con La izquierda, tampoco llegarían a gobernar y tendrían que pescar entre los verdes y los liberales o aceptar, como mal menor, repetir la gran coalición en la que parece que los dos grandes partidos no se han sentido tan incómodos.

Sea cual sea la decisión final sobre el Gobierno que salga del parlamento, tenemos una cuota-parte (que diría Felipe González) de las consecuencias. Aquí en España, la izquierda, aunque farda de cosmopolitismo, es tan palurda como la derecha, y ha atribuido la gestión de la pandemia en Alemania a un cambio copernicano en la política económica de Ángela Merkel, que se apresuraron a calificar de rectificación clamorosa de lo que preconizó y llevó a cabo la canciller democristiana para vadear la crisis de 2008. Siguen sin querer entender nada, excepto, acaso, Nadia Calviño.

La crisis económica originada por la pandemia no tiene nada que ver con la crisis financiera iniciada en el primer decenio de este siglo. Por tanto, lo mismo que la covid 19 no se combate con la vacuna de la difteria, la crisis actual no requiere un tratamiento expansivo que contribuya a remover los obstáculos que han aparecido desde que se expandió el maldito virus. No hay rectificación, sino un tratamiento adecuado a una lesión de distinta naturaleza.

Lo mismo ocurre en España. Los ajustes financieros y presupuestarios para frenar la deriva ruinosa de la economía fueron tan necesarios como hoy lo son las políticas expansivas, aunque con algunas diferencias. En 2008 no se actuó a tiempo y los desequilibrios generales eran tremendos, con una posición deudora frente al resto del mundo aterradora. La crisis tenía profundas raíces económicas y nos tuvieron que corregir desde fuera.

Cuando España se enfrenta a la pandemia, la crisis sobrevenida no tiene ese origen económico, sino todo lo contrario. Cuando llega el mal que se ha llevado por delante a cerca de 100.000 muertos, la economía española no padecía desequilibrios ni internos ni externos. Se crecía a un ritmo aceptable y aceptable también era el modelo de financiación de ese crecimiento, con recursos  propios y reducción de la deuda exterior. Desde 2014, además, crecía el empleo, que es nuestra primera y característica falla estructural. Hasta en el siniestro 2020 el saldo exterior de la economía española fue positivo. Es por estas razones por las que la recuperación está siendo visible, incluso rápida, lo cual hay que celebrar.

En Alemania, la estrechez del voto que muestran las encuestas es consecuencia evidente de que los dos grandes contendientes tradicionales se pueden atribuir por igual la gestión de la crisis generada por la covid 19. No se pueden echar en cara nada, porque su coalición ha funcionado hasta el final. Cultura democrática, se llama eso.

Lo que decidan los alemanes influirá y mucho en cómo hay que ir adaptándose a la nueva situación en otros países, especialmente en España e Italia. Salvo que los dos países latinos, con gobiernos de coalición, deben aprender primero como se deshace un gobierno entre desiguales. Aquí ya sabemos cómo se va a hacer. Tenemos por delante un año de atribuciones triunfalistas excluyentes, por un lado y de denuestos, por el otro. Y el común, que lo sigue padeciendo, atónitos ante el espectáculo.

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