Las lágrimas de la alcaldesa

17/08/2021

Josep M. Orta.

La alcaldesa de Barcelona lloró en el pregón de las fiestas del popular barrio barcelonés de Gràcia. Ella, que debe en buena parte su acceso a la alcaldía a los numerosos escraches que protagonizó en su activismo contra los desahucios, no parece que valore esta misma medicina cuando es ella la que recibe los abucheos del público.

Esta reprobación para unos es un hecho puntual de un determinado sector y le puede pasar a todo cargo público, pero también puede obedecer a un amplio descontento de las políticas que aplica.

De los últimos alcaldes de Barcelona dos han tenido un concepto claro de lo que tenía que ser la ciudad. Uno es Pasqual Maragall que mereció el reconocimiento general de los beneficios que para la ciudad representaron los juegos olímpicos y cómo utilizó este evento para modernizar la ciudad y abrirla al mundo. La otra que tiene una idea clara de cómo ha de afrontar Barcelona el futuro es Ada Colau, aunque sus planteamientos difieren radicalmente de los del defenestrado alcalde socialista.

Si alguien ha sabido aprovechar las restricciones provocadas por la pandemia ha sido la actual alcaldesa. Durante estos meses ha aprovechado para ampliar los espacios peatonales reduciendo drásticamente las calzadas por donde circulan los vehículos motorizados, robándoles más espacio en beneficio de patinetes o bicicletas, además de promocionar áreas peatonales con un circulación más que limitada. Su apuesta por el transporte público le hace promocionar unas discutidas obras para unir las dos líneas de tranvía existentes en la ciudad, reduciendo significativamente la circulación en una de las grandes entradas de Barcelona, la Diagonal. Esta propuesta ya recibió el rechazo ciudadano cuando el alcalde Hereu convocó una consulta popular (pero en aquella ocasión pudieron haber otras razones que las estrictamente relacionadas con la pregunta en cuestión).

Barcelona, antes de la pandemia, era una ciudad que estaba de moda y la ciudad estaba sobresaturada de turistas y uno de sus objetivos era reducir drásticamente estas visitas, incluso al principio de su mandato mostró sus reticencias a que Barcelona acogiera el Mobile World Congres…

Evidentemente estas actuaciones son tan aplaudidas por sectores ecologistas como vilipendiadas por otros sectores, y no sólo económicos, que consideran que la actuación está destrozando la ciudad y que la alcaldesa ha acelerado la aplicación de medidas que se acerquen al concepto de ciudad durante la crisis de coronavirus, cuando los ciudadanos estaban más pendientes de su propia supervivencia. En cualquier caso, aunque pisara muchos callos, ha aprovechado la oportunidad para sacar adelante sus proyectos evitando el debate ciudadano que parecería lógico que se produjera ante un cambio tan radical.

Ada Colau ha pisado muchos callos y por ello no es de extrañar que muchos sectores muestren su rechazo.

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