1.193.138.000.000 ¡Casi nada!

18/08/2021

Hernando F. Calleja.

Perdóneme el ocasional lector por el esfuerzo de volver atrás unos años y recitar la cantidad sin perder el resuello. Quería significar la diferencia que existe entre la realidad del número absoluto y el eufemismo que a veces encierran las cantidades reducidas por el efecto de un titular. De un billón ciento noventa y tres mil ciento treinta y ocho millones a despacharlo, como se ha hecho costumbre, con 1,19 billones.

Aclaro inmediatamente que se trata de la cifra de deuda del Estado en circulación (no la deuda pública, que es todavía mayor) al concluir el mes de julio último. En cualquiera de las dos maneras de decirlo, es una cifra abrumadora, jamás alcanzada por el Estado. Ya sabemos que, por ahora, el BCE se traga casi todo lo que emitimos y eso produce la sensación falsa de que nunca habrá que devolver esta cantidad. Ese es uno de los peligros del elevadísimo endeudamiento.

El Gobierno tira del Tesoro como si no tuviera fondo. De los empleos, nada sabemos porque estamos trabajando sobre unos presupuestos generales que son una pura ficción, pese a lo difícil y lo caro que le resultó obtener el apoyo parlamentario. De momento entre enero y julio, la deuda del Estado ha crecido en 56.000 millones de euros, que no es paja.

Es casi sarcástico sacar a colación los fondos que la Unión Europea va a entregar a España, 70.000 millones de euros no reembolsables, como gran panacea para resolver el futuro de la economía nacional. Si no me he mareado con tanto guarismo, esos fondos apenas representan el 5,8 por ciento de lo que debe el Estado y el 5,02 por ciento de la deuda total de las administraciones públicas.

No está en mi interés despreciar ni un solo euro que aporte Bruselas a la causa española, en absoluto. Lo que me parece inadecuado es hacer creer a la opinión pública que el maná europeo va a resolver nuestros problemas o, lo que sería aún peor, ignorar en el día a día la necesidad de ir frenando el gasto para que cuando el BCE  finalice su política de mano abierta, no nos demos de bruces con una deuda indomeñable, que obligue a la propia Bruselas a corregirnos el rumbo por las bravas, como hizo hace un decenio.

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