El ciribicundio afgano

23/08/2021

Luis Díez.

El fracaso de Estados Unidos y de la OTAN en su conjunto en Afganistán deja un cibiricundio de preguntas sin respuesta. Se espera del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, la iniciativa de comparecer cuanto antes en el Congreso (Diputación Permanente) para informar de la cuota parte de la carga que nos toca después de haber pagado un tributo en sangre de 102 militares y policías muertos y de haber gastado más de 5.000 millones de euros en la misión afgana desde 2002. Las encomiables iniciativas de ayudar a la evacuación de Kabul y de acoger a los colaboradores locales de los militares y diplomáticos europeos era lo menos que se podía hacer. O como dijo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en el centro de acogida montado en Torrejón de Ardoz, es la muestra de que a Europa le queda alma. No somos desalmados, sino una potencia media del primer mundo que ha actuado de socorrista para salvar vidas y proporcionar seguridad cuando ha hecho falta.

Es muy significativo que en medio de la desgracia (y el caos) de la caída de Kabul en manos de los talibanes, el presidente de Estado Unidos, Joe Biden, haya tenido que reconocer el buen hacer del Gobierno español y conversado media hora con Sánchez sobre la crisis afgana y el uso de las bases españolas de Rota y Morón para evacuar a sus colaboradores afganos. En cambio, de la oposición interna de derechas, puntualmente informada por el ministro de Exteriores José Manuel Albares, Sánchez sólo ha recibido lo de siempre: críticas y denuestos. Se podrá decir que va en el sueldo, aunque una micra de sentido de Estado se podía esperar del presidente del PP, Pablo Casado, ese hombre que no interrumpió sus vacaciones ni cuando el pavoroso incendio arrasaba la tierra abulense por la que fue diputado y en cuya Ciudad Ducal de las Navas del Marqués posee una mansión (“casoplón” dicen ahora).

Sin la distracción opositora, las preguntas: “¿Por qué? ¿Para qué? ¿Y ahora qué?” esperan alguna respuesta convincente. La explicación de Biden, según la cual los talibanes han recuperado el poder después de 20 años de ocupación militar y de la pérdida de 2.448 soldados estadounideses porque los propios afganos lo han querido, responde a una realidad muy parcial y no proporciona el menor consuelo a quienes piensan que todo el esfuerzo en vidas y ayudas económicas ha sido inútil. La afirmación de Biden que “Estados Unidos no podía ni debía seguir luchando en una guerra que los afganos no están dispuestos a librar” no servir para escamotear el fracaso de las “guerras preventivas”. En al respuesta al “por qué” los talibanes han recuperado el poder habrá que inscribir asuntos como la infiltración en la cúpula de mando del nuevo Ejército afgano –que España contribuyó a formar y equipar– o como la corrupción y el enriquecimiento de la nueva administración del fugado presidente Ashraf Ghani junto con los avezados mercaderes y militares occidentales. Que los talibanes no iban a respetar acuerdo alguno era sabido de antemano por los ocupantes y estabilizadores.

Sobre para qué ha servido la presencia occidental en el país asiático hay una respuesta avanzada por Sánchez tan razonable como indudable: para dejar la semilla de la libertad, del respeto a los derechos humanos y, sobre todo, de la igualdad y el reconocimiento de los demás derechos de las mujeres. Veinte años de educación y formación cívica al margen de las imposiciones rigoristas medievales y criminales de esos tipos de horca y cuchillo han de servir para que situaciones como las descritas por el magnífico narrador Khaled Hosseini desaparezcan para siempre. Tanta pérdida de vidas humanas (se estima que han muerto más de 6.000 afganos luchando contra los talibanes y los terroristas de Al Qaeda) no ha sido, no ha podido ser inútil.

¿Y ahora qué? “Se logró combatir a Al Qaeda, pero no se consiguió el siguiente objetivo de construir un Estado afgano. Y esta es una lección que debemos aprender para el resto del mundo”, ha dicho Josep Borrell. El alto representante de Política Exterior de la UE ha sido nítido: “La guerra la han ganado los talibanes, y con ellos tendremos que lidiar”. La metáfora taurina significa hablar, negociar la salida de los refugiados y el cumplimiento de los acuerdos que prevén el reconocimiento de derechos fundamentales. Borrell ha dejado claro que “la cooperación con cualquier futuro gobierno afgano estará condicionada a un acuerdo pacífico e inclusivo y al respeto de los derechos fundamentales de todos los afganos, incluidas las mujeres, los jóvenes y las personas pertenecientes a minorías, así como al respeto de las obligaciones internacionales de Afganistán en lo que respecta al compromiso con la lucha contra la corrupción y la prevención del uso del territorio de Afganistán por organizaciones terroristas”.

Ahora falta descender de lo general a lo particular. Y mantener a raya también a esos buitres que se lucran de la guerra, de todas las guerras, sin importarles que las guerras son errores de políticos y generales inútiles que nada resuelven y que cuando todo ha pasado sólo queda más odio, más sufrimiento y más dolor (Steimbeck dixit). : “Las guerras nada resuelven, y cuando todo ha pasado sólo queda más sufrimiento, más dolor y más desolación”. En el plano de las relaciones humanas vale esperar que la repugnancia hacia los talibanes por el trato a las mujeres redunde en el rechazo de los planteamientos de formaciones neofranquistas y facciosas que como Vox y algunos significados mandarines del PP aún niegan la violencia machista, el derecho a la igualdad de las mujeres y no ocultan su disgusto con el movimiento feminista y eso que ellos y la cúpula clerical llaman “ideología de género”.

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