Si Pablo Casado es presidente del PP es porque detrás hay una larga historia de un partido que es heredero de una transición que empezó con los siete magníficos de la Coalición Popular, le siguió Alianza Popular y ahora defiende este espacio con el nombre de Partido Popular. A base de acierto y errores han ido configurando un espacio electoral que unas veces les ha llevado a ejercer la oposición y otros el gobierno. Con todo este balance, con todos los claroscuros que tiene cualquier partido de larga trayectoria tiene un importante número de afiliados y muchos más simpatizante que han ido cosechando a lo largo de los años, unas veces con sentido de estado y otras con el único interés de ganar votos.

Lo que no puede ignorar el actual presidente del PP es la historia de su partido y a veces se agradecería que pidiera perdón por alguna de sus actuaciones en vez de preocuparse del protagonismo que le dan los medios de comunicación con sus demagógicas diatribas contra el actual gobierno.

Cuando los populares critican como Pedro Sánchez gestiona el conflicto de Afganistán uno no puede si no sonrojarse. Si hacemos memoria, tras el atentado de las Torres Gemelas el 11 de setiembre del 2001. Para castigar a los talibanes por su relación con Osama Bin Laden el 7 de octubre Estados Unidos lanzó la operación “Libertad Duradera” invadiendo Afganistán con un amplio respaldo internacional entre el cual estaba España (gobernada por Aznar, por cierto)

Meses más tarde, Bush organizó una cumbre en las Azores (16-4-2003) a la que Aznar asistió con el premier británico John Major. Poco después un alto cargo de la administración norteamericana explicó en una conferencia en Madrid los grandes beneficios económicos que obtendría España por su participación en la guerra de Irak para derrocar a Saddam Hussein, mientras en las calles españolas se llenaban de multitudinarias manifestaciones contra la participación española en esta guerra. “Créame, tienen armas de destrucción masiva” aseguraba Aznar a quien le criticaba el respaldo incondicional que ofreció a Estados Unidos, frase tan conocida como la de “ha sido ETA” tras la masacre de la estación de Atocha (11 de marzo del 2004)

La participación española se ha cobrado más de un centenar de bajas (sin contar con los 62 militares muertos en el accidente del avión Yak 42 cuando regresaba de Afganistán, en una escandalosa actuación en la identificación de los cadáveres) y con un coste de casi cuatro mil millones.

Pero parece que para el PP la historia de su partido empieza el día que él accedió a la presidencia del partido y por ello no le hace falta tener memoria ni sentirse responsable del pasado inmediato.