La PPésima oposición

01/09/2021

Luis Díez.

Se pueden hacer las cosas bien, regular, mal o peor. Se puede dar a entender que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, estaba tumbado a la bartola en la residencia de La Mareta (Tenerife) mientras se producía la crisis de Afganistán. Es lo que ha hecho el jefe de la oposición parlamentaria, Pablo Casado Blanco, como si estuviésemos en los peores tiempos de la catástrofe del Prestige, el chapapote, el “nunca mais”. ¿Por qué no añadir que los ministros concernidos en la evacuación de Kabul estaban esquiando, como aquel Álvarez Cascos, también conocido como “el señor de los anillos” por su número de desposorios, o cazando en Aranjuez como aquel presidente autonómico, señor Fraga, cuando se hundió el petrolero a causa de las pésimas órdenes de aquellos gobernantes del PP? Y ya puestos, ¿por qué no recordar al gran observador Rajoy Brei, “el señor de los hilillos”? ¿O al “malincuente” Cuiña, el poderoso conselleiro que se forraba mercando vestimenta a los voluntarios que acudían a limpiar el apestoso “oro negro”? No hay calamidad ni desgracia en la que no aparezcan los “sobrecogedores” de las derechas y sus “amigantes” o “amigos mangantes”. Lo hemos visto en Madrid, una vez más, a cuenta del coronavirus.

No parece que Sánchez, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas según la Ley de la Defensa Nacional, y los ministros directamente relacionados con las operaciones de evacuación de Kabul tras la entrada de los talibanes sin resistencia del Ejército afgano estuvieran de vacaciones e hicieran tan mal las cosas como para recibir los elogios de los máximos representantes de la UE: “España ha demostrado humanidad y solidaridad, es un ejemplo del alma europea” (Ursula von der Leyen dixit); “Querido presidente, gracias a ti y a tu Gobierno por el liderazgo llevado a cabo en Afganistán y el hub creado en Torrejón de Ardoz” (Chales Michel). Y tampoco parece que el reconocimiento del presidente de EEUU, Joe Biden, del liderazgo español y su petición de Rota y Morón para evacuar a los colaboradores afganos se debiera a que el presidente Sánchez estaba decúbito supino en La Mareta, ese palacio tinerfeño que el rey Hussein de Jordania donó a Juan Carlos I y que forma parte del Patrimonio Nacional.

Ese ha sido, sin embargo, el primer mensaje de Casado a los españoles. Para acentuar el extravío envió a su director de gabinete, Pablo Hispán, a la Diputación Permanente del Congreso a decir que el jefe del Gobierno estaba rascándose las pelotas y no cumplía con su deber. “Ni los muros de La Mareta ni el señor Albares son suficientes para esconder su deber”, dijo ese diputado por Navarra como si no pudiera solicitar la comparecencia parlamentaria urgente del jefe del Gobierno sin proferir chorradas, o como si fuera imposible reconocer la realidad, incluida la información presta, veraz y completa del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, a la oposición. Cumplida la misión militar de sacar de Kabul al mayor número posible de europeos y colaboradores afganos, el ministro informó el lunes, 30 de agosto, al Congreso de que España mantendrá “los contactos operativos” con los talibanes para sacar del país en vuelos comerciales a más personas que colaboraron con los occidentales y están amenazadas de muerte. Pero habrá que ver si los talibanes cumplen “las garantías” ofrecidas a España y a otros países de dejar salir a quienes tengan autorización de viaje.

Puesto que el jefe del Gobierno y los ministros competentes estuvieron en su sitio desde el primer momento de la evacuación (España no mantenía ya tropas sobre el terreno), el jefe de la oposición tuvo que añadir un estrambote; se fue a “carballeira” de San Xusto de Sacos (Pontevedra), invitado por Alberto Núñez Feijóo, y mejoró su declamación diciendo que Sánchez solo hacía que “presumir” y que “no es ético celebrar el drama, el horror que estamos viendo en Afganistán”. ¿Desde cuándo acompañar a los dignatarios europeos o al Rey al centro de acogida en la base militar de Torrejón de Ardoz se llama presumir o celebrar el drama? Quien no se ha dignado siquiera acudir a confortar a los refugiados (tampoco Ayuso) llama “presumir” a quien sí lo ha hecho, como era su deber, y a quien ha transmitido el agradecimiento a los profesionales de las Fuerzas Armadas por su labor. Lo peor no es el Gobierno, sino una oposición ridícula y falsaria.

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