El presidente  populista de El Salvador, Nayib Bukele acaba derivando, como no podía ser menos, en un autoritarismo clásico, con tintes de realismo mágico. Un camino trillado en Centroamérica y América del Sur. Hace unos meses puso en marcha un proceso normativo que comenzó estos días a funcionar (es un decir) de crear una criptodivisa, o más bien, de establecer el bitcoin como moneda oficial del país, al lado del dólar.

En aras de la modernidad y el progreso, el presidente salvadoreño se ha metido en un jardín del que sólo va a poder salir si retira inmediatamente su proyecto y restablece el orden monetario en su país, por más que algunas fuerzas emboscadas en estos activos persigan con ahínco su oficialización como moneda nacional, aunque sea en una isla del Pacífico.

Tengo para mí que las llamadas criptomonedas no son tales. Lo más parecido a este sospechoso montaje de anotaciones en cuenta tan moderno es la letra de cambio, creada en Italia en el siglo XII y que evoluciona en el siglo XVI a la condición de medio de pago. Si se prefiere proponer como antecedente otra fórmula, podemos acogernos al primer sistema de apuntes en cuenta que se implanta en Nápoles en siglo XVII, cuando el Gobierno de aquel reino permite que se paguen los impuestos mediante estas anotaciones en cuenta. Como se ve, todo es modernidad.

El presidente de El Salvador ha ido regando con subvenciones y otros estímulos, esos sí, en dinero contante y sonante, el camino de su paso a la inmortalidad de la innovación financiera, sobre una base, las llamadas criptomonedas, que existen en la medida que actividades económicas ilegales, como el narcotráfico o el tráfico de armas encuentran en ellas una lavadora con capacidad insólita de centrifugado. Como dice un amigo, con altas dosis de sorna, podía haber elegido como divisa nacional el banano o el maíz, que, al menos, tienen un curso mucho menos especulativo y un origen sin duda más noble.

Pasando de lo anecdótico, por más que sea grave para el ya de por sí maltratado ciudadano salvadoreño, a lo real, sería muy bueno que las autoridades monetarias nacionales y el BCE fueran dando a conocer sus reflexiones sobre las reiteradas criptomonedas, porque generan expectativas en los inversores que pueden ser caóticas para sus intereses. Hace tres o cuatro años la SEC norteamericana ya redactó un documento lleno de recomendaciones de prudencia y de apelaciones a abstenerse de aquellos que no conocieran en profundidad estos instrumentos.

Asimismo, sería deseable que, cuanto antes, el BCE aclare todo lo referido al llamado euro digital, que también introduce dudas severas incluso en la población, especialmente aquella cuya capacidad y preparación tecnológica es escasa.

Que somos muchos.