Disfruta de la naturaleza también en otoño

13/09/2021

Carmela Díaz.

Si estás buscando destinos para los puentes otoñales que se avecinan, la montaña cantábrica leonesa es un escenario perfecto para contemplar la explosión de tonos rojizos, ocres y amarillentos que transforman el habitual manto verde del paisaje y los valles. Además de la naturaleza, se disfruta de un valioso patrimonio cultural, con conjuntos históricos y amurallados, santuarios, castillos, brañas, cuevas, yacimientos arqueológicos, así como una gastronomía y unos productos locales deliciosos. Apunta estas rutas y elige la que más se ajuste a tus gustos.

Valles del Curueño y del Torío. Es uno de los recorridos más sugestivos de la zona central, a través de los valles de estos dos ríos. Cruza un macizo calcáreo y accede a los puertos de la cordillera Cantábrica, con sus bosques y amplios pastizales. También se visitan pueblos singulares de montaña como Valdepiélago, Lugueros, Cármenes o Vegacervera. Aquí se celebra cada segundo domingo de noviembre la Feria de la Cecina de Chivo, uno de sus productos agroalimentarios más valorados. Otra de las joyas naturales es la cueva de Valporquero, una obra de arte geológica del subsuelo donde admirar formaciones de estalactitas y estalagmitas de formas diversas en salas como ‘La gran rotonda’ o ‘Hadas’. En su exterior está el mirador de La Atalaya, con excelentes panorámicas. La ruta pasa también por el puerto de Vegarada, destino estival de rebaños trashumantes y punto de acceso a la estación de esquí de San Isidro, y por hoces de Vegacervera, una de las mejores gargantas.

Valles del Bernesga y Luna.  Son tierras de contrastes, que se perciben en cada mata arbolada. La ruta pasa por el santuario del Buen Suceso, del siglo XVIII, y por La Pola de Gordón, zona minera carbonífera. Un alto en el camino en Ciñera permite visitar el Faedo (bosque de hayas, con algunas centenarias) y las hoces del Villar, por las que antaño bajaban a trabajar a las minas los vecinos del valle del Torío. El pueblo de Villamanín de la Tercia destaca por su museo Etnográfico y prosigue hasta el famoso puerto de Pajares, con espectaculares vistas panorámicas. Muy cerca está la colegiata románica de Arbas antes de adentrarnos en el valle del mismo nombre, presidido por la mole caliza de las Tres Marías. La ruta concluye en Los Barrios de Luna, lugar de relevancia internacional por su geología porque explica cómo se formó la cordillera Cantábrico.

Luna y Babia. Se trata de una ruta tranquila, donde el paisaje es su mayor atractivo, con sus coquetos pueblos de montaña, bosques singulares y tradiciones ancestrales. Uno de estos pueblos es Caldas de Luna, encajado entre montañas, que cuenta con el único balneario activo de la zona. Tras pasar por Sena de Luna, con sus casas de piedra caliza, se llega a Babia, la tierra soñada por los pastores trashumantes… y por los reyes asturianos, que acudían allí a descansar y desconectar. De ahí el famoso dicho ‘estar en Babia’. San Emiliano es famosa por su feria ganadera del caballo hispano-bretón… y cuenta la tradición que Babieca, el caballo del Cid, era originario de estas montañas. Otras dos paradas obligadas son Torrestío, con sus llamativos hórreos, y el puerto de Ventana, por sus vistas panorámicas, antes de llegar al final de la ruta, en Riolago de Babia, con sus casas de piedra y el palacio de los Quiñones, convertido ahora en la Casa del Parque Natural de Babia y Luna.

Valle de Omaña. Permite admirar uno de los valles más bellos del noroeste leones y que mejor conserva su sabor tradicional. Riello es conocida por su carnaval, con una mascarada ancestral denominada ‘Zafarronada de Omaña’. Siguiendo esta ruta vale la pena parar en la ermita de Pandorado y El Castillo, con las ruinas de una vieja fortaleza junto a la que creció el pueblo. Desde él puede subirse al mirador panorámico de Cueto Rosales. Desde allí se accede al puerto de la Magdalena, donde alternan prados de siega y pastizales. Por La Garandilla pasa un ramal del camino de Santiago que transita por el valle de Samario. Esta ruta concluye en Las Omañas, lugar donde los romanos explotaron numerosas minas de oro, destacando la gran mina de Las Médulas.

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