Exagera, que algo queda

15/09/2021

Luis Díez.

Cuando el argumento es la exageración, la razón se esfuma. Algo similar ocurre con el jefe de la oposición. Su énfasis le lleva al despropósito. En la primera sesión de control al Gobierno tras las vacaciones estivales acusó al jefe del Gobierno de ser “el más radical de Europa, el más radical de la historia de España”. Ni tanto ni tan calvo, que diría el castizo. El presidente del PP, Pablo Casado, reprochó a Pedro Sánchez que haya estado “ochenta días sin dar la cara” en la sesión de preguntas al Ejecutivo, le lanzó los “120.000 muertos de la pandemia” (no se molestó en dar el dato exacto de personas fallecidas), le responsabilizó de los “cinco millones de parados” (tampoco el dato es exacto), le culpó de haber “electrocutado” el escudo social con la subida del precio de la luz y recordó que él pedía dimisiones cuando estaba en la oposición y las tarifas subían el 8% (grandes aplausos del PP) y le imputó, en fin, “la degradación de la libertad”, como lo prueba el hecho de que las cuatro asociaciones de jueces hayan recurrido a Europa, dijo, para pedir que los jueces elijan a los jueces del Consejo del Poder Judicial.

Con tener parte de razón en alguna de las materias, Casado fue víctima de sus propias exageraciones: “gobierno fallido”, “presidente traidor”, “está escabechando a todos”, etcétera. La diferencia del discurso de Casado con el de su antiguo compañero de ultradrecha Abascal es cada día menor. Cierto que éste último parece más neto, más roqueño. En el diálogo del Gobierno con Cataluña se complementaron perfectamente. El líder del PP volvió a cargar contra Sánchez por indultar “a los golpistas” catalanes que, según dijo, “quieren liquidar al PP catalán” e incendian las calles de Barcelona. Y el ultraderechista llamó por enésima vez “traidor”a Sánchez, el tipo que, según dijo “ha traicionado a España y al Rey”.

El presidente Sánchez, que también aclaró al portavoz de ERC, Gabriel Rufián, los obstáculos sobre la ampliación del aeropuerto del Prat (Barcelona) se limitó a constatar que la oposición sigue intratable e implacable. No hay quien la aplaque. Ya lo dijo Nadia Calviña: si el Gobierno toma una decisión, mal; si adopta otra, también mal. Con todo, Sánchez afirmó que la decisión de contener el precio de la energía eléctrica apelando a los beneficios extraordinarios (e ilegítimos) de las eléctricas que han cobrado la generación hidráulica y nuclear como si fuera a gas, no es “confiscatoria” como ha dicho Casado sino “de justicia”. Luego ya, el presidente pidió al jefe de la oposición dos cosas bien sencillas: “Que cumpla la legalidad constitucional” (en lo atinente a la renovación del Consejo del Poder Judicial y los demás órganos con consejeros prorrogados) y “que hable bien de España cuando esté fuera del país”.

 

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