Antología del disparate

22/09/2021

José María Triper.

Cosas veredes, amigo Sancho, que harán hablar las piedras. Recordaba yo estas palabras de Don Quijote a su escudero aludiendo esperpento de ver a una ministra de Trabajo de un país con más de cuatro millones reales de parados, Yolanda Díaz, felicitándose y regocijándose por la retirada de un proyecto de ampliación del aeropuerto de El Prat que conllevaría la creación de 83.000 nuevos empleos directos y otros 364.000 indirectos.

Y, sin tiempo apenas para reponerme del asombro, sale su colega de Industria, Reyes Maroto, aquella de la comedia de la navaja ensangrentada, para aprovechar como “reclamo turístico” la catástrofe natural, económica y, sobre todo, social y personal derivada de la erupción volcánica en la isla de La Palma.

Unas declaraciones que si la señora ministra tuviera un mínimo de dignidad y de decencia deberían haberla llevado a presentar su dimisión antes de que el Presidente del Gobierno la cesara, que es lo que debería, aunque no lo hará. No se ofreció Reyes Maroto para ayudar en la búsqueda de soluciones ni para interesarse por las necesidades económicas y ofrecer los dineros necesarios como si ha hecho la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Van der Leyen, pero eso sí, pasará a la historia por inventar, como expone con su habitual ironía y brillantez mi compañero y amigo Juan Berga, una nueva modalidad turística: el turismo de la devastación.

Digo esto, siendo consciente de que la señora Maroto -que ya demostró su capacidad para decir necedades siendo diputada en la Asamblea de Madrid- no tuvo intención de ofender a los más de 6.000 afectados por el desastre que han tenido que abandonar sus casas y lo han perdido todo. Como tampoco quiso minimizar las consecuencias del siniestro. Pero también me consta que un ministro o ministra de un gobierno de un país europeo y democrático, debe medir mucho y bien sus palabras y los tiempos, además de demostrar una empatía con las víctimas que en esta ocasión ni ha brillado por su ausencia. Sólo por eso la ministra, que rectificó después, ¡faltaría más!, aunque no pidió perdón debería pasar a engrosar la larga lista de cofrades de la antología del disparate.

Claro que en este Gobierno llueve sobre mojado y son muchos los aspirantes al Guinnes de los desatinos. Recordar a la ya ex vicepresidente Carmen Calvo, asegurando que en la tarifa eléctrica el “temazo” no es a que hora se pone la lavadora, sino quién la pone y quién plancha.

O esa habitual del despropósito que es Irene Montero cuando comparaba y asimilaba la situación de las mujeres afganas con la de las mujeres españolas, por citar sólo una de sus últimas aberraciones. Como la recordaba la secretaria de Organización de Ciudadanos en la Comunidad Valenciana, Teresa Ortiz, en el actual gobierno de los talibanes el puesto de ministra de Igualdad está vacante

Y qué decir de su compañero de Consumo, el inefable Alberto Garzón, cuando aseguraba que comer carne perjudica la salud de los ciudadanos y el planeta, o cuando calificaba al turismo como una actividad, precaria, estacional y con bajo valor añadido.

Son sólo algunos ejemplos, que no amplío para no parecer aburrido y farragoso, aunque casos sobran y jugosos. Demostrativos, en todo caso, del nivel intelectual y la calidad humana del personal con el que nos estamos jugando los cuartos y el futuro.

 

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