Las medallas de la vergüenza

22/09/2021

Luis Díez.

Si algunos gobernantes hubieran hecho antaño lo que hogaño la ministra de Trabajo y sustituta de Pablo Iglesias en la vicepresidencia segunda del Gobierno, no quedarían represores ni torturadores del régimen franquista con condecoraciones policiales (pensionadas), galardones honoríficos ni medallas al mérito en el trabajo. En su niñez, en Ferrol, Yolanda Díaz habría oído a su padre, trabajador de astilleros y luchador por los derechos sociales, quejarse amargamente de un sin fin de injusticias, culminadas con la burla de la concesión de medallas de oro al mérito en el trabajo a los prebostes más leales y afectos al dictador. Entonces no podía imaginar (ella nació en 1971, cuatro años antes de la muerte del dictador) que le correspondería a ella restablecer la decencia casi medio siglo después. Pero así es.

La titular de Trabajo y dirigente de Unidas Podemos ha aprovechado la nueva normativa que su departamento quiere impulsar para destacar las nuevas categorías de la “igualdad, excelencia y salud” en el mundo laboral para retirar las medallas al mérito en el trabajo a quienes formaron parte del “aparato de represión de la dictadura franquista”. Así lo ha consignado en el proyecto de decreto con el nuevo reglamento de concesión de esos galardones, sometido a exposición pública y al que cualquier ciudadano, asociación y sindicato puede aportar sus alegaciones. La retirada de las medallas a los elementos incompatibles con los valores democráticos era lo mínimo que se podía pedir para honrar las condecoraciones.

Al margen de que el reglamento de 1982 fijara unos criterios del todo alejados de los empleados por Franco para premiar a sus fervorosos y leales servidores, faltaba esa medida de higiene y honradez democrática que impidiese equiparar a un trabajador o a un empresario honrado, el chef José Andrés, por ejemplo, con el militar Juan Yagüe, conocido como ‘El carnicero de Badajoz’, quien antes del sangriento episodio bélico contra la población civil, seguido de la matanza de Talavera de la Reina, ya había asesinado a cientos de personas en las cuencas mineras de Asturias por orden de Franco.

Si el general Yagüe, amigo y compañero de promoción de Franco, que sublevó a las tropas en Ceuta y llegó a ser ministro del Aire y colaborador de los nazis, recibió la medalla al mérito en el trabajo cuando su labor había sido guerrear y fusilar demócratas republicanos, el constructor tarraconense José Banús, también fue condecorado con la medalla de oro laboral por el dictador que lo enriqueció (a él y a sus hermanos y sobrinos). Banús y otros constructores alimentaron el ‘síndrome de Keops’ del dictador y elevaron la Cruz de los Caídos y horadaron la sierra de Guadarrama utilizando prisioneros de guerra y presos comunes. Muchos murieron por desnutrición silicosis y accidentes. Pero Banús prosperó convirtiendo un secarral en Marbella en el famoso puerto turístico y construyendo colmenas para obreros en Madrid (las barriadas de la Concepción y del Pilar)

Si a esos dos personajes se añade el también famoso José Solís Ruiz, ministro secretario general del Movimiento, conocido como ‘la sonrisa del régimen’ por su semblante feliz y risueño, se tendrán tres buenas razones para huir de la medalla y de las comparaciones. La II República suprimió sin más aquellas medallas al mérito en el trabajo que había instaurado la dictadura de Primo de Ribera durante el reinado de Alfonso XIII. El dictador las repuso en 1942 y relanzó la concesión de chapas a sus lacayos. Tan aficionado era a la quincalla que el alcalde de Salamanca y padre del actual presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, le dedicó un medallón en la Plaza Mayor. Mañueco hijo se negó a retirarlo y a cumplir la ley de Memoria Histórica cuando fue elegido alcalde de la ciudad, aunque al abandonar la alcaldía fue finalmente retirado.

 

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