De temer a China por sus logros a temerla por sus fracasos

22/09/2021

Hernando F. Calleja.

En el palabrario castizo español está muy acuñada la desconfianza sobre China. El flan chino, era sinónimo de sucedáneo, de un flan que no contaba con su elemento principal, el huevo; naranjas de la China expresaba una negativa rotunda a algo. Con el caso Evergrande sobre la mesa me han venido a la memoria.

Hace unas semanas un diario nacional dedicaba amplio espacio en sus páginas de economía a China. El enfoque general destilaba cierta admiración por el país y sus logros económicos y los datos que aportaba miraban en esa dirección. Pocos días después uno de los expertos de ese mismo diario se manifestaba preocupado por la deriva económica del país asiático, especialmente, desde el punto de vista inversor y financiero. En estos días inmediatos, los periodistas buscan imágenes para titular las noticias de China que van desde lo inquietante a lo pánico.

De glosar la capacidad de reacción de China tras la crisis de la Covid 19 y el subsiguiente frenazo de la actividad, se ha pasado a poner en causa incluso el modelo económico, que el oficialismo chino, con su enorme capacidad de simplificación política, ha hecho virar del desarrollismo a toda costa a la vieja teoría maoísta de la prosperidad común. 

De momento, lo que parece más común es el fiasco de un millón aproximado de compradores de viviendas a Evergrande, que han pagado y que no las han recibido y de muchos miles de inversores que ven comprometido su dinero. Y lo que tiene un alcance mucho mayor, la deuda acumulada por el grupo inmobiliario, que alcanza los 260.000 millones de euros y cuyos vencimientos se ven seriamente comprometidos.

No hay experto alguno que no mencione que cualquiera de las soluciones, todas ellas malas, a este desaguisado, que en  parte tiene una estructura muy parecida a la piramidal, dependen del Gobierno chino. Faltaría más. Es que se nos olvida con tanta frecuencia que ese espectacular skyline de Sanghái, con el que acompañamos muchas de las noticias sobre el país, es el trampantojo de un estado comunista, por mucha praxis capitalista con que queramos adornarlo.

En este momento no sólo el espejismo del sector inmobiliario ha entrado en barrena, caen sus proveedores de materias primas y productos industriales para la construcción y se tambalea parte del sector financiero nacional y, algo menos, el sector financiero internacional. El fundador del grupo, ¡cómo no! ha declarado que pronto todo se va a arreglar, pero se ignora por qué vía. La posibilidad de que el poder tecnocrático, apoyado por los plutócratas, reconduzca la situación es la menos mala. Pero también es posible que por el número de afectados directos e indirectos, el Partido Comunista tome las riendas y decida castigar a los empresarios que empañan interna y externamente la imagen de su paraíso. Y esa posibilidad sería mucho peor.

Estamos acostumbrados a temer a China por sus logros; habrá que acostumbrarse a temer a China también por sus fracasos.

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